19 de mayo 2022

«Pido que Dios no deje a Ucrania, la niña de sus ojos», Vladimir Revutskyy

El diácono del Seminario San Fulgencio Vladimir Revutskyy Matsevko es ucraniano. Con distancia y el corazón unido a su país, asegura que su vocación se ha fortalecido con todo lo que ocurre en Ucrania.

Hoy hace ya tres meses que comenzó la invasión rusa de Ucrania, una guerra que diariamente nos llega a través de los medios de comunicación. Situación que no deja indiferente a nadie. Muchos refugiados han tenido que huir de su país buscando seguridad. En la Diócesis de Cartagena se han habilitado distintas formas para ayudarles, desde la acogida directa, ofreciendo unas 300 plazas de alojamiento en distintas localidades de la Región de Murcia, hasta la ayuda económica.

En el Seminario San Fulgencio se forma Vladimir Revutskyy Matsevko, recientemente ordenado diácono, natural de Ucrania. Llegó hace 21 años a España, pero su vínculo con su lugar de origen sigue vivo, sobre todo por su vocación: «Mi vocación sacerdotal empezó en el año 2012, fui a Ucrania con mis padres de vacaciones y como todos los años visitábamos a la familia y a los amigos. Ese verano a través de un primo mío me invitaron a un retiro y allí conocí al Señor, en ese retiro conocí a Dios y mi vida cambió completamente. Siempre digo que Ucrania me parió espiritualmente y que en España he crecido espiritualmente».

Vladimir cuenta con una vocación firme que le hace estar seguro de que quiere «ser sacerdote, pero primero ser para Dios». Una certeza, su fe, que le ayuda a vivir la situación que atraviesa su país y sus familiares que aún siguen allí: «Estoy seguro de que, si no tuviera fe, si no tuviera a Dios, seguramente hablaría, pensaría y actuaría mal… No me gustaría que el mal se apoderara de Ucrania».

Al comenzar la guerra este joven no entendía lo que estaba ocurriendo y asegura que le costó hacerse a la idea, hasta que al tercer día llamó a sus amigos y familiares, especialmente a los que estaban en Ucrania para animarlos, apoyarlos y escucharlos, y de esa forma poner su grano de arena para mejorar la situación. Su fe le hace estar convencido de que «Dios siempre de mucho mal saca mucho bien».

«Creo que mi vocación se ha fortalecido en todo esto –cuenta Vladimir–, todo lo que está pasando en mi tierra me dice que siga adelante, que no me rinda, que hay personas que lo están pasando muy mal y que no me queje por nada, que siga orando sin desfallecer, trabajando por el reino de Dios y por su pueblo».

Un recuerdo en la memoria

Ucrania es un país de Europa del Este situado en la costa del Mar Negro, que destaca por sus montañas boscosas y sus grandes campos de trigo, que siempre vienen a la memoria de Vladimir, como una imagen acompañada de la sensación de aire puro que allí se respira. Sin duda, al pensar en su país, Vladimir tampoco puede dejar de recordar a su familia, especialmente a su abuela.

«Ahora pienso que Ucrania necesita ser conocida tal cual es, porque es una nación muy bella. Es un país con muchísima fe y con mucha historia, pero a la vez es un país muy sufrido y muy perseguido. Pido que Dios no deje a Ucrania, la niña de sus ojos. Muchas veces mis pensamientos se convierten en oración por la tierra donde nací y que hace tanto bien al mundo, por ejemplo, con las oraciones de las iglesias que allí están. Lógicamente no puedo olvidar mis raíces y me siento muy dichoso de la tierra donde nací, pero también en la tierra que vivo ahora y que me cuida ahora».

Susana Mendoza Bernal
Licenciada en Periodismo. Redactora de la Delegación de Medios y responsable de redes sociales.
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