Liturgia

¿Qué es la liturgia? Definirla no es nada fácil. Con «liturgia» nos referimos a las celebraciones de la Iglesia. La Iglesia celebra la fe que profesa. Las celebraciones están hechas de Palabra, de signos, de gestos… Pero la liturgia es mucho más que eso. Esa es la parte exterior, lo que nosotros preparamos y hacemos. Lo importante, sin embargo, es lo que no se ve: Cristo está presente en la celebración. Él, que murió y resucitó por nosotros, dándonos así la remisión de los pecados y la filiación divina, ha querido estar presente en su Iglesia, especialmente por medio de las celebraciones litúrgicas, hasta que vuelva glorioso en su segunda venida. Por eso la liturgia es ante todo un encuentro con Cristo vivo que transforma nuestra vida. Encuentro con Cristo allí donde Cristo está: sobre todo en la Eucaristía, pero también en la Palabra, también en el hermano.

Así, ¿de quién es obra la liturgia? Sobre todo, de Cristo, pero también Él ha querido que sea obra de su Iglesia. Encontrarse con Cristo vivo en la celebración nos ayuda a hacer de nuestra vida el auténtico culto a Dios: una vida unida a la de Cristo, que busca la voluntad de Dios y la pone en práctica. Ese es el culto que Dios quiere. Pero esto sería imposible por nuestras propias fuerzas: el encuentro con Cristo en la celebración y el don del Espíritu que en ella recibimos nos hace capaces de insertar nuestra propia vida en la Historia de la Salvación, en la corriente ininterrumpida del amor de Dios.

En nuestras parroquias preparamos la liturgia, y lo hacemos con cuidado: lecturas, cantos, ambientación del lugar... Pero no lo hacemos solamente para que las cosas sean más bonitas, más espectaculares, más perfectas. Lo hacemos para que todo nos ayude a vivir, personal y comunitariamente, ese encuentro con Cristo vivo. Lo exterior tiene importancia y valor porque nos conduce a lo interior.