El Siscar celebra la fiesta de su vecina más ilustre, la beata Madre Esperanza
Bajo el lema “Todo por amor”, Madre Esperanza fundó dos congregaciones: las Esclavas e Hijos del Amor Misericordioso, para transmitir por todo el mundo la misericordia de Dios.
La Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles de El Siscar (Santomera) celebró el pasado domingo la fiesta litúrgica de la beata Madre Esperanza, con una solemne Eucaristía presidida por el párroco, Mariano Carretero, y con la asistencia de la alcaldesa de Santomera, Inmaculada Sánchez Roca, y parte de su corporación municipal, así como de las tres hermanas de la congregación fundada por Madre Esperanza y los laicos del Amor Misericordioso.
En la homilía, el párroco recordó las virtudes y carisma de la beata murciana y animó a los fieles a seguir su ejemplo de entrega a los demás especialmente en esta jornada en la que se celebraba además la campaña de Manos Unidas, apelando a la generosidad no solo en el aspecto económico sino también en la oración.
Una vida entregada a Dios: todo amor y misericordia
La beata Madre Esperanza de Jesús (María Josefa Alhama Valera) nació el 30 de septiembre de 1893 en la Vereda del Molino, en la pedanía de El Siscar (Santomera). Era la mayor de nueve hermanos, de una humilde familia de jornaleros. Una casa levantada con barro fue su hogar, hasta que una inundación la derrumbó. Siendo aún muy pequeña, con apenas 8 años, la llevaron a la casa del párroco de Santomera, donde fue educada; y donde ella se enamoró de Cristo.
Con 22 años decidió ingresar como religiosa de clausura en el convento de las Hijas del Calvario de Villena, siendo la más joven de todas las religiosas de la comunidad. Fue el día de Santa Teresa de Jesús, el 15 de octubre. “Salí de la casa paterna –decía la beata en sus escritos– con la gran ilusión de ser santa, de parecerme un poco a Santa Teresa, que no le asustaba nada. Yo quería ser como ella y así salí de casa ese día, dejando a mi madre en el lecho del dolor sin esperanza de verla más”.
Años después, en 1921, esta congregación se unió a las Misioneras Claretianas, hoy llamadas Hijas de la Enseñanza de María Inmaculada; tiempo en el que Madre Esperanza cultivó su formación tanto espiritual como humana. Poco después fue enviada al monasterio de Vélez Rubio, donde se dedicó a la enseñanza de niños, tan solo durante un año pues fue trasladada a Madrid. Durante estos años la Beata recibió gracias y sufrimientos físicos, “cosas sobrenaturales”, que se unían a otras experiencias místicas. Esto generó mucha incertidumbre en la Iglesia.
Ella sabía que ese no era su sitio, que estaba llamada a algo más. En la Navidad de 1930 fundó la congregación de Esclavas del Amor Misericordioso en Madrid. Pronto se expandieron por la geografía española, en conventos en los que acogían a niños y pobres. Pero no le fue fácil el camino, ya que el Obispo de Madrid negó su bendición y aprobación.
Con el comienzo de la Guerra Civil Española y los prolegómenos de una inminente II Guerra Mundial, Madre Esperanza viajó hasta Roma y allí se dedicó a la asistencia de heridos de los bombardeos. Fue en estos momentos cuando se ocupó de proporcionar alimentos a aquellos que entonces nada tenían. Durante esos difíciles años también fundó conventos en territorio italiano.
El 15 de agosto de 1951 fundó una nueva congregación: los Hijos del Amor Misericordioso. Lo hizo en la ciudad italiana de Collevalenza (Diócesis de Todi), donde se instaló definitivamente. Allí levantó el Santuario del Amor Misericordioso, donde dedicó totalmente su vida a los demás. Atendía, aconsejaba y consolaba a quienes se acercaban. Construyó piscinas para que los enfermos pudieran bañarse pidiendo su curación física y espiritual; y también una fuente.
Su vida estuvo marcada por diversas enfermedades de las que sanaba, en muchas ocasiones, sin explicación médica. El 8 de febrero de 1983 falleció Madre Esperanza de Jesús, cuyos restos mortales descansan en la cripta del Santuario de Collevalenza. Allí tuvo lugar su beatificación, el 31 de mayo de 2014.
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