13 de julio 2016

“El Señor me ha colmado de su ternura”, Sergio Palazón Cuadrado

Sergio, el séptimo y último sacerdote ordenado este curso, recibirá el Orden el próximo sábado, a las 19:00 horas, en la parroquia de San Sebastián de Ricote.
“El Señor ha sido paciente y misericordioso conmigo”, dice emocionado Sergio al comenzar a hablar de cómo y cuándo sintió la llamada al sacerdocio. A sus 45 años, es el mayor de cuantos se han ordenado este año y sonríe al hacer memoria de las diferentes señales que Dios ha puesto en su vida, “son muchos años”, dice.
De familia cristiana, de niño, junto a sus cuatro hermanos, escuchaba en su casa los pasajes del Evangelio que les leía su padre. También, juntos, en familia, rezaban el Rosario e iban a misa los domingos. Asegura que siempre sintió la llamada al sacerdocio pero que en los primeros años de juventud comenzó a alejarse poco a poco de la Iglesia, “quedó un hilo fino que me permitió mantenerme fiel a la misa dominical”.
Transcurrieron los años y Sergio trabajaba ya como funcionario de la Administración de Justicia, cuando a los 35 años sintió que Dios lo llamaba para ser sacerdote de su Iglesia. “Era una tarde de mayo de 2005. Al terminar de leer un libro, que narraba el supuesto juicio a San Pedro a través del Evangelio de San Marcos, el Señor me dejó ver su amor por todos los hombres; que el mal del mundo no era cosa suya, sino una consecuencia de nuestra libertad”. Para Sergio, este acontecimiento cambió el rumbo de su vida, o como él dice: “lo devolvió al lugar del que nunca debió salir”. En ese momento regresó a su mente la figura del sacerdote, aunque pensó que para él sería imposible. A partir de entonces, comenzó a implicarse más y más en la Iglesia, a través de la Eucaristía y la confesión, y buscó un director espiritual.
María ha guiado siempre su vocación, desde aquellos rezos en familia del Rosario hasta el momento de su ordenación, que tendrá lugar en la festividad de la Virgen del Carmen: “Ella fue cambiando mi corazón sin darme cuenta”. Cuenta Sergio, que en una ocasión le llegó al trabajo una felicitación navideña en la que aparecía una imagen de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos: “la pegué en la puerta del armario donde en el trabajo guardaba los expedientes, sin darle mayor importancia. De forma silenciosa esta imagen fue desplegando sobre mí toda su ternura, hasta que me di cuenta de que su contemplación me llenaba de paz. Sentí entonces la necesidad de que estuviera en mi casa (donde hasta ese momento no había puesto ningún signo religioso). La imprimí en mayor tamaño, la enmarqué y la coloqué sobre el cabezal de mi cama. De esta manera, sin darme cuenta, después de muchos años, volví a abrirle las puertas de mi corazón a María”. Y fue en 2009, a través de María, en una vigilia de la Inmaculada en su parroquia de Ricote, cuando Sergio se “rindió” a la voluntad de Dios.
En 2010 entró en el Seminario Mayor de San Fulgencio, “han sido unos años duros, difíciles… y al mismo tiempo llenos de gozo. Es como si, de la mano de María, el Señor me hubiera ido llevando por el desierto de mi vida. No ha habido dolor, frustración o miedo que haya sentido antes que el Señor no haya hecho que vuelva a vivir en el seminario, para verlo con una mirada nueva y así salir renovado, porque me ha hecho ver mi pobreza y que a pesar de todo me quiere así, que siempre está conmigo”.
La pastoral en el seminario le ha hecho crecer en diferentes lugares: junto a las Misioneras de la Caridad; en el Hogar de Nazaret de las Misioneras de la Sagrada Familia; en la parroquia de San Benito de Murcia; en la parroquia del Espíritu Santo de Espinardo; junto a los seminaristas menores; y por último, en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Murcia, donde ha servido como diácono. “Este año ha sido de gracia y bendiciones. El Señor me ha colmado de su ternura. He sido muy feliz siendo diácono”.
“Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”. Con estas palabras del Evangelio de Mateo, Sergio resume su propia historia de amor y salvación e invita así a su ordenación sacerdotal que tendrá lugar el próximo sábado, a las 19:00 horas, en la parroquia de San Sebastián de Ricote. “Todo lo que me quede de vida quiero que sea una continua acción de gracias a Dios, a la espera de poder, en el día sin ocaso, cantar eternamente sus misericordias”.
Con 39 años entró en el seminario y ahora, consciente de que Dios no se cansa de llamar a quien elige, asegura que “nunca es tarde para decirle a Dios que sí; lo más hermoso que he podido experimentar es que sea cual sea la situación, mientras estamos vivos, para Dios nunca es tarde. Siempre estamos a tiempo de empezar de nuevo, como el buen ladrón. En sus brazos todo tiene solución”.
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