11 de diciembre 2023

«Cuando descubres que alguien te ama, quieres corresponder a ese amor», sor Angélica María, canonesa justiniana

Las canonesas justinianas del Convento Madre de Dios de Murcia celebraron el miércoles la profesión solemne de sor Angélica María, que fue presidida por el obispo de Cartagena.

Sor Angélica María de la Cruz Romero Heredia profesó el pasado miércoles sus votos solemnes como canonesa justiniana en el Convento Madre de Dios de Murcia. Una celebración que presidió el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, y por la que sor Angélica María, antes profesa temporal, pasó a formar parte plenamente de esta comunidad de religiosas.

Nacida en Ecuador, Angélica se trasladó a España con 18 años recién cumplidos, en concreto a la localidad de Alcantarilla. Era la menor de cinco hermanos y, aunque su familia siempre había ido a Misa los domingos, Angélica no sentía que Cristo estuviera en el centro de su vida. «Siempre sentí un rumorcillo, un deseo de no ser cristiana solo de etiqueta; pero lo fui posponiendo y no me lo planteaba de verdad».

En una ocasión, la segunda de sus hermanas le dijo a Angélica que debería ir a Misa siempre que pudiera. Y ella, después de pensarlo, le hizo caso: «Antes iba a Misa, digamos, arrastrada por otros, pero esta vez empecé a ir por iniciativa mía. Ahí fue cuando el Señor me fue llamando y empecé a saberme amada por él. Y cuando descubres que alguien te ama, quieres conocer a esa persona, corresponder a ese amor». Comenzó a participar prácticamente todos los días en la Eucaristía y a confesarse con frecuencia. Para entonces, ella había estudiado una formación profesional en administración y trabajaba en una cafetería, pero no terminaba de encontrar su sitio.

Al poco, a su parroquia llegó un sacerdote joven, recién ordenado, con quien se empezó a confesar. Un día, mientras salía de Misa, este sacerdote la llamó y le preguntó de improviso si no había pensado en ser monja. Ella le dijo que no y se apresuró a marcharse. «Sin embargo, conforme pasaban los días esa pregunta seguía en mi mente, no se iba; y me daba mucha alegría». La siguiente vez que se confesó, le contó al sacerdote su inquietud y él le propuso conocer a las Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús de Alcantarilla. Angélica, finalmente, habló con la religiosa que se encargaba de las vocaciones en esta comunidad. «Se portaron muy bien conmigo, pero el Señor no me llamaba ahí y no noté que fuera mi sitio».

Cuando la hermana de Angélica estuvo al corriente, esta le habló de la inquietud vocacional de su hermana a una amiga, sor María Eugenia, una de las canonesas justinianas del Convento Madre de Dios de Murcia, y acordó que debían conocerse. «Cuando fuimos a visitar a las justinianas fue como un engaño; no pensé que ellas supieran que me estaba planteando mi vocación». En esa visita, que hicieron en familia, Angélica acabó por contarle su inquietud a sor María Eugenia y aceptó la invitación de vivir una experiencia en el convento.

Aunque tuvo la oportunidad de conocer a las justinianas y se sentía a gusto con ellas, siguió sin tenerlo claro. Un sacerdote le aconsejó que se acercara a otras congregaciones para poder decidir y ella así lo hizo. «Conocí a otras monjas, pero me venían continuamente a la cabeza las justinianas; así que cogí el coche, me planté aquí de nuevo y fue como volver a casa». Vivió una nueva experiencia en el Convento Madre de Dios. Aun así, no terminaba de dar el paso. Un día, mientras conducía, escuchó el evangelio diario en Radio María: «Cuando entréis en un pueblo, no vayáis de casa en casa…». Ahí lo vio claro. Había encontrado su lugar en las justinianas. No debía buscar más.

Angélica entró en el convento el 27 de abril de 2016. Vivió un año de aspirantado, otro de postulantado; dos de noviciado y cinco más como profesa temporal, hasta pronunciar sus votos en su profesión solemne. En la celebración, el rito comenzó después de la homilía con el escrutinio y una postración en el suelo. Terminadas las letanías de los santos, sor Angélica María hizo la fórmula de los votos de la Orden de Canonesas Regulares de San Lorezo Justiniano; recibió del obispo el anillo y la corona, símbolos de su consagración, y a continuación la madre abadesa la acogió en nombre de la comunidad. Al término de la Eucaristía, la celebración se cerró con el abrazo fraterno de sor Angélica María a cada hermana. «Fue una ceremonia muy bonita; la viví con mucha alegría e ilusión, y queriendo ser consciente de con quién me estoy desposando: con el más bello de los hombres, el más bueno y misericordioso, que es todo amor. Yo, como su esposa, tengo que intentar imitarlo una chispita. Por eso le pido ayuda a la Virgen, para ser una buena esposa de su Hijo».

Carmen García
Graduada en Periodismo. Redactora. Responsable de edición y diseño de la revista Nuestra Iglesia.
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