Reflexiones semanales
5 de noviembre 2017

Vivir en la verdad y en la transparencia

domingo del Tiempo Ordinario

Otra vez más, la Palabra nos coloca ante una disyuntiva: optar por la vida en Cristo o seguir viviendo con nuestras frágiles seducciones, cargados de disfraces y artificios que ocultan nuestras artimañas, trucos, ardiles y enredos. Tomar esta decisión es propia de los que piensan que esta falsa manera de vivir les ayudará a ganar en prestigio y apariencias, pero el resultado final es bastante lamentable, porque eso coopera para no salir de las tristezas y angustias, aunque lo disimulen. La mentira y el engaño no conducen a ninguna parte, porque es construir sobre arena. Ahí están las palabras del Señor y su crítica a los escribas y fariseos, que les debió enrojecer al verse señalados por sus ansias de figurar. Jesús predicó con fuerza y sin complejos que estos escribas y fariseos te juzgan siempre con la ley en la mano, pero que ellos no la cumplen; que se dedican a cargar a la gente con fardos pesados de normas y obligaciones, pero ellos ni se inmutan justificando su desinterés por lo que anuncian… Desgraciadamente estas formas de proceder no pertenecen sólo al pasado, sino que van con la condición humana y se pueden ver hoy paseando por nuestras calles. Por eso la Palabra de Dios nos exige escuchar bien, pensar las cosas con humildad, con verdad y hacer un buen examen de conciencia, para que nuestras obras sean dignas de la alabanza del Señor.

Nuestros ojos están puestos ahora en Jesús, que, por una parte, reconoce que los escribas y fariseos han cumplido un buen papel conservando bien las enseñanzas de Moisés, pero, por otra parte, ellos no las han aplicado a sus vidas, todo lo contrario, han cargado a los otros con el peso de la ley, mientras que ellos no han movido ni un dedo; pero, además, se conceden los privilegios de ser jueces benignos y flexibles para sí mismos e implacables y severos para los otros; les encanta que les reconozcan sus grandezas y viven de apariencias, incluso en los ropajes, para ser bien vistos y buscan el reconocimiento de todos, por eso se colocan en los primeros puestos… Jesús levantó la voz con un ¡ya está bien! El Señor comienza a predicar un estilo nuevo, revolucionario para toda esa gente. El Señor pone por delante la verdad frente a tantas apariencias y la humildad frente a todas las vanaglorias; repite una y otra vez que el beneplácito de los hombres es secundario, que lo esencial es buscar el ser delante de Dios y que nuestras obras sean dignas de Él. Esta es la diferencia entre la visión farisaica de la vida y la visión cristiana.

Queda claro en la predicación de Jesús que hay que elegir a Dios, que sólo Él es nuestro único Maestro y nuestro único Señor y entre nosotros somos hermanos y discípulos; que nuestro modelo de vida es el de Jesús, cercano y amigo, que nos ha dado ejemplo de elegir siempre hacer la voluntad del Padre y servir a los hermanos. Jesús es el divino Maestro que nos da ejemplo en hacer lo que predica con total humildad y sencillez y cuando hayamos hecho todo lo mandado, podremos decir: “somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10). Este es clarísimamente el estilo del Señor: el servicio, la humildad y la obediencia a la voluntad del Padre, dando un testimonio coherente con la fe que profesamos. El que vive con estos sentimientos no se aparta de la verdad y el amor le lleva a respetar a los demás y a dar gracias a Dios de donde le vienen todos los bienes.

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