Reflexiones semanales
20 de marzo 2022

Verdadera conversión

II domingo de Cuaresma

En la primera lectura de este domingo de Cuaresma se relata claramente que el Señor oye los gritos, la opresión, las quejas y lamentos de su pueblo y manifiesta su intención de bajar Él mismo a librarles y a ofrecerles una tierra que produzca en abundancia. Que nadie dude de que es Dios quien lleva la iniciativa de la salvación. En el texto aparece muy claro que quien llama es Dios y Moisés responde, se pone a disposición, sabe quién es el que lleva la dirección. Pero, antes de comenzar su tarea debe aprender a humillarse, para servir…, porque el Señor le llama para estar al servicio de los hermanos y para esa misión, debe antes quitarse las sandalias de los pies, pues el sitio que pisa es terreno sagrado. Nadie puede comenzar la aventura de servir al hermano sin reconocer que es propiedad de Dios y que merece todo el respeto del mundo: que es a Dios mismo a quien sirve. No es la primera vez que oímos esto, ni será la última, porque Dios se toma muy en serio nuestro mundo y a Él le duelen las injusticias, las mentiras y calumnias contra sus hijos, especialmente contra los más débiles, lo que hagamos con los más pequeños de estos hermanos nuestros, lo hacemos con el mismo Jesucristo (Mt 25, 40). Nadie puede contra Dios.

La dirección de la Palabra de Dios va en la misma línea que cuando se comenzó este tiempo, nos recuerda lo esencial: que hemos de convertirnos. Jesucristo nos está llamando a la conversión. Todo su mensaje puede resumirse en estas palabras: el tiempo se ha cumplido. La urgente invitación del Señor es a que reaccionemos, que estamos a tiempo de cambiar el rumbo, pasar de la increencia a la fe, de la indiferencia a la decisión, de la soledad a la amistad con Dios, del individualismo egoísta al amor fraterno, de la desesperanza a la confianza en Dios nuestro Salvador. Dios nos abre sus puertas y nos muestra su misericordia antes de que sea demasiado tarde. Solo desde una conversión sincera podremos estar en la presencia de Dios. Convertirse es abandonarse a la primera señal del amor que nos regala Dios, «haznos volver a ti, Señor, y volveremos» (Lam 5,21; cf. Jr 31,18).

Dios siempre nos ofrece una nueva oportunidad, no nos pone condiciones, siempre está dispuesto al perdón, pero solo hay un problema a la hora de disfrutar de este regalo de Dios, nuestra dureza de corazón. Nos viene bien escuchar el ejemplo de la higuera, estaba condenada porque no daba fruto, estaba muerta. El pecado es tener todas las posibilidades y no dar fruto, preferir la muerte a la vida, negar a Dios y potenciar el propio interés..., pero, Dios es paciente, da oportunidades una y otra vez… y la falta de decisión personal, dejarlo todo para mañana… no es buen camino. Nunca hay que darle la espalda a Dios, ya que la misericordia de Dios es siempre desbordante, paciente, sin medida y sigue llamando a nuestra puerta: «Mirad, estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo» (Ap 3,20).

En la parábola que cuenta Jesús se nos dice que el viñador interviene pidiendo tiempo, que espere; esperar todavía un poco, esperar al alma a que se convierta de verdad, a que dé fruto, pero ayudando, cavando alrededor y trabajando, para que esté a punto. Dios nos espera trabajando.

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