Reflexiones semanales
8 de marzo 2020

Transfiguración del Señor

I domingo de Cuaresma

El pasado domingo ya se apuntaba que comenzábamos un tiempo de mortificación, de penitencia, de austeridad; vimos la imagen de Jesús sometido a la tentación, que hace penitencia, que ayuna, que tiene hambre como nosotros. Pero hoy la Iglesia nos presenta cómo la intención de Jesús es cuidar la frágil condición de los discípulos y vuelve a presentarnos la página de gloria y de esplendor, a Jesús con un cuerpo transfigurado, bajo una nube luminosa, bajo la luz de Dios. En el Tabor no sólo se ve la gloria de Jesús, sino también la fuerza de la Palabra de Dios que nos pide abrir los oídos para escuchar a Jesús.

En esta Cuaresma, Dios te pide que escuches, que guardes silencio, estando en el desierto o en el monte, que pongas paz en tu interior. Te hablará al corazón, quiere que le conozcas de verdad y que contemples la meta hacia la que te diriges y, a su luz, examinar el camino que recorres. La figura de Abraham, que aparece en la primera lectura, es nuestro modelo de confianza, él escuchó la voz de Dios y se puso en camino.

Consideremos ahora las palabras de Dios Padre en el relato de la Transfiguración, aprendamos a escuchar su voz que nos habla desde la verdad, porque Dios sabe dónde vivimos y cuáles son los problemas que nos rodean, por eso nos advierte para que no caigamos en la trampa de la palabrería hueca, de las opiniones de unos y de otros que nos presionan con lo políticamente correcto, lo socialmente acertado, lo que es objeto de rechazo o mofa, lo progre o lo facha, lo que se lleva o se rechaza, la marca, el color… Todos los días hablan y hablan ilustrados contertulios, razonables unos y burlones otros; se ofrecen futurólogos y echadores de cartas, charlatanes a sueldo… Nos inundan y abruman por doquier, no nos dan tregua, ni se nos deja en paz ni un minuto… ¡Sube con Jesús a lo alto del Tabor para ver la luz de la Verdad, la gloria de Dios!

Hoy ha salido a tu encuentro el Señor y te sigue llamando y siempre se produce el mismo fenómeno, tienes que decidirte entre lo que te ofrece Dios o lo que te ofrece el mundo. Por este trance pasó Abraham, el pueblo de Israel al salir de Egipto y cualquiera de nosotros cuando vemos que debemos convertirnos de verdad al Señor. El secreto de la firme decisión está en descubrir y valorar la fuerza, el poder y la belleza de Dios, que te ha prometido una tierra, la libertad, el perdón y la vida eterna. La respuesta de Abraham fue inmediata, se fió de la Palabra y se puso en camino. Su fe le convirtió en peregrino, en nómada, le desinstaló de su mundo, de su cultura y de su tierra, pero no se sentía perdido, porque Dios le presentó una meta creíble y ya no necesitó más, sino comenzar a caminar en esperanza

Lo que se te pide ahora es que tengas la sabiduría de escuchar a Dios para gozar de la conversión a la santidad. Es realmente bella esta aventura y tú eres el protagonista, así que levanta la mirada y a caminar, recordando las palabras de san Agustín: “Si dijeses basta, estás perdido. Ve siempre a más, camina siempre, progresa siempre. No permanezcas en el mismo sitio, no retrocedas, no te desvíes”. Si Jesús es nuestro modelo cuando toma sobre sí nuestras debilidades, lo es también cuando se muestra transfigurado en el Tabor. Es preciso tener en el corazón una esperanza cierta, saber que todo esto va a pasar y que nos aguarda la gloria del cielo.

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