

Solemnidad de la Santísima Trinidad
Corpus ChristiEn este solemne día, la Iglesia conmemora en su liturgia el misterio más profundo de nuestra fe, el Misterio de Dios. “Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia… la misericordia de Dios no tiene fin. Es tan insondable, es la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene” (cf. Bula Misericordiae vultus, 25). Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad, es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro, es la vía que une a Dios y al hombre. Desde el amor misericordioso que nos ha enseñado Jesucristo con sus palabras y obras podemos ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios. ¡Esta es la fiesta del amor supremo de Dios a los hombres!
Al contemplar la obra de la creación, que ha salido de las manos del Señor, no podemos sino bendecirle y saltar de gozo, porque ha estado grande. El Padre Dios ha montado, por pura misericordia, una Historia de Salvación en la que los beneficiarios somos nosotros. El Padre se revela en su Hijo Jesucristo y, por medio de Él, nos reconcilia consigo perdonándonos los pecados y haciéndonos hijos también (2Co 5). La belleza de la Historia de la Salvación se percibe en el amor derrochado, porque le hemos costado muy caro a Dios, que ha permitido la muerte de su Hijo Jesús, que acampó en medio de nosotros, haciéndose uno de tantos y enseñándonos a amar de verdad.
En el texto del Evangelio de este domingo, Jesucristo nos promete el Espíritu Santo a todos los que crean en Él (Jn 7,39; 20,22; Ac 2,33) con una tarea muy concreta, pero intensa y rica en matices: se trata del Espíritu que nos guiará a la Verdad plena; nos comunicará lo que pertenece al corazón de Dios; Cristo mismo envía el Espíritu para que permanezca en los discípulos y así den testimonio (Jn 14,16-17); el Espíritu glorificará a Jesús, que lo comunica para que a los evangelizadores no nos falte ni la fortaleza, ni el coraje.
En este día muchas órdenes religiosas renuevan su consagración total y definitiva a Dios, le vuelven a decir al Señor que les siga dando la fuerza necesaria para no decaer en su voluntad de ofrecerse, de entregarse para siempre. Felicidades hermanas y hermanos, felicidades por vuestra vida llamada a la santidad en la oblación y muchas gracias por vuestras oraciones y sacrificios por la Iglesia, por nuestra Iglesia. Los contemplativos habéis sabido elegir, aunque el mundo no entienda vuestro estilo de vida, porque el mundo no conoce el amor, el mundo duda si el amor es posible, más cuando tantos fracasos soporta por la cantidad de rupturas afectivas, desilusiones, sentimientos quebrados y traicionados… Pero el amor sí es posible, por eso os valoramos y os queremos, hermanas, tened por seguro que hoy seremos nosotros los que rezaremos por todas vosotras y pediremos que Dios abra los ojos a cuantas chicas mejor para que descubran la fuente del verdadero amor, que descubran a Dios y no tengan miedo de decirle un ‘sí’ muy grande que les dé sentido a sus vidas.
Feliz domingo.
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