Reflexiones semanales
7 de junio 2020

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Corpus Christi

Celebramos esta semana la solemnidad de la Santísima Trinidad, la fiesta que nos recuerda la grandeza de Dios, Uno y Trino; de Dios, que es una comunión de amor, “que no es indiferente ni lejano y que siempre vela por sus hijos”, como decía el papa Francisco. La Historia de la Salvación nos ayuda a entender el corazón de Dios Trinidad y cómo es un Dios con nosotros, cercano, que nos ama y que su implicación por nuestra salvación es total, por esto mismo, el Santo Padre, el papa Francisco, dice: “Creemos en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo lo transforma y lo lleva a su plenitud”.

La misión que hemos recibido de anunciar a Dios, de proclamar su misericordia entrañable, nos hace presente a la Trinidad en cada momento y nos anima a vivir en comunión con Dios, autor de la vida. La Trinidad ha planteado el mayor misterio de amor cuando ha puesto en marcha la Historia de Salvación, el acto de la creación del universo y, especialmente, en la redención y la santificación de su obra maestra: el ser humano. Todo por amor. El autor de este maravilloso regalo nos ha dejado su impronta en cada criatura. Dice el papa Francisco, que “a cada criatura que lo acoge le permite reflejar un rayo de su belleza, bondad y verdad”. Verdaderamente no estamos solos, ni hemos sido el producto del azar, sino que el Creador nos ha dado la vida por amor y se mantiene cercano siempre. Tenemos un Padre, nuestro Padre Dios. “Desde siempre, Él ha optado por caminar con la humanidad y forma un pueblo que es una bendición para todas las naciones y para cada persona, nadie está excluido. El cristiano no es una persona aislada, sino que pertenece a un pueblo: este pueblo que Dios forma. No se puede ser cristiano sin tal pertenencia y comunión. Somos un pueblo: el pueblo de Dios” (Papa Francisco, Ángelus, en mayo 2018).

En este día solemne, muchas ordenes religiosas renuevan su consagración total y definitiva a Dios, le vuelven a decir al Señor que les siga dando la fuerza necesaria para no decaer en su voluntad de ofrecerse, de entregarse para siempre. Felicidades hermanas y hermanos, felicidades por vuestra vida llamada a la santidad en la oblación. Gracias también por vuestras oraciones y sacrificios por la Iglesia, por nuestra Iglesia.

Sabemos que los contemplativos habéis sabido elegir vuestro estilo de vida, aunque el mundo no lo entienda, porque no conoce el amor; el mundo duda si el amor es posible, duda porque no entiende cómo habiendo tantos fracasos, tantas rupturas afectivas, tantas desilusiones, sentimientos quebrados y traicionados, pueda haber gente tan feliz. Pero un cristiano sabe a ciencia cierta que el amor sí es posible y que el verdadero amor de entrega mantiene abiertas las puertas de la esperanza y del futuro, que el amor verdadero genera alegría y paz, que el amor une a las personas y las hace libres en el mutuo respeto. Los cristianos hemos aprendido de Dios a amar de verdad, porque Él es amor, dice san Juan. No estaría mal que hoy os acordarais de las hermanas que viven en los monasterios de clausura, porque se han ofrecido a Dios por nosotros y rezan y bendicen a Dios por todos. Que la Santísima Trinidad les conserve la alegría, que les caracteriza.

¡Ojalá nos lluevan más vocaciones! Rezamos por esto.

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