Reflexiones semanales
8 de septiembre 2019

Señor, tú eres nuestro refugio

XXIII domingo del Tiempo Ordinario

Ha pasado el verano como un relámpago y volvemos a recuperar el ritmo de nuestros encuentros semanales con la esperanza de que este pequeño servicio pueda ayudar a seguir mejorando nuestra condición de discípulos y nuestra pertenencia a la Iglesia, claro que, para esto no hay vacaciones. La Iglesia nos pide abrir los oídos cada domingo para escuchar la Palabra de Dios con sencillez y que llegue a lo hondo de nuestro ser, porque debemos seguir consolidando nuestra entrega fiel a Dios. Comencemos por ponernos delante del sagrario para dar gracias a Dios por la filiación divina y por el don del Espíritu Santo, que nos da seguridad para acercarnos al Padre, para mantener la confianza en Él y para crecer como hijos, además de saber reaccionar ante las dificultades. Demos gracias a Dios por el regalo de ser cristianos, por conocer a Nuestro Señor y por saber que su misericordia no tiene límites.

Dios nos ha hecho un gran regalo dándonos la vida, pero no olvidemos que este regalo se ha mejorado con el Bautismo, porque ahí, en ese hermoso sacramento, el Señor se volcó con nosotros perdonándonos el pecado, haciéndonos hijos suyos y miembros de la gran familia de la Iglesia. Nadie nos ama más que Dios, porque siempre está cercano, siempre atento. Para Dios eres valioso, le importas y no quiere llevar la cuenta de tus errores, es más, te ayuda siempre a que aprendas de tus caídas. El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Christus Vivit describe así este amor: “que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado”. Así es el amor de Dios, un amor que nos pide respuestas.

En la Palabra de esta semana se nos dice con claridad que para un cristiano Jesús tiene que ocupar el primer puesto en su vida y eso quiere decir que hay que dejar atrás muchas cosas inútiles que ocupan nuestro tiempo y nos detienen en el crecimiento de la respuesta a Dios, en la fe. Hay que dejar todo atrás, libertad absoluta; se necesita un vacío para ser llenado. Ser cristiano es muy exigente, tienes que prepararte bien para agarrarte a la cruz y seguir a Cristo. La fe es la adhesión personal del hombre entero a Jesucristo. La fe consiste en una relación íntima con Cristo, una relación basada en el amor de quien nos ha amado primero y se ha entregado a una muerte de cruz por nosotros. Esta es la respuesta más adecuada a quien ha derramado, por nosotros, hasta la última gota de su sangre: un corazón abierto, entregado y misericordioso, como vemos en las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo. Debemos fiarnos de Jesús, incluso en los momentos de prueba, seguirle siempre por el camino que conduce a la Vida, aunque este sea estrecho o debas cargar con la cruz, porque Dios no defrauda. El Papa, Benedicto XVI, nos decía que si confiamos en Cristo no perdemos nada, sino que lo ganamos todo, porque en sus manos nuestra vida adquiere su verdadero sentido.

Que el Señor nos bendiga a todos, después del merecido descanso, para seguir caminando agarrados a la Cruz.

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