Reflexiones semanales
12 de mayo 2019

Seguir al Buen Pastor

IV domingo de Pascua

Este domingo es muy especial para toda la Iglesia, porque en las lecturas de la liturgia nos pide el Padre Dios que abramos los ojos de par en par, en ellas se nos presenta a su Hijo, como nuestro Buen Pastor y, como es natural viene a continuación un ruego determinante, que le escuchemos y le sigamos. Ya nos tiene acostumbrados el Padre a esto, porque nos lo ha repetido muchas veces, que si oímos la voz de Dios, que no endurezcamos el corazón, que lo abramos con la confianza de sus hijos (cf. Salmo 95). A Dios hay que escucharle siempre, que es nuestra Roca y Creador, hay que prestarle toda la atención y obedecerle, que la obediencia es la condición para entrar en el descanso.

El texto evangélico habla de que Jesús es el Buen Pastor que nos conoce entrañablemente y nos quiere sin medida, por eso hay que seguirle. Jesús es la puerta abierta que nos invita a entrar y nosotros hemos de tener la humilde docilidad para fiarnos y pasar, porque el Buen Pastor conoce y ama a sus ovejas, nos dice la Escritura. Los fariseos, en cambio, expertos en la Torá sabían perfectamente qué les estaba diciendo Jesús, pero no querían entenderle, porque el Señor les estaba afirmando, con esa figura del Buen Pastor, que era el Mesías esperado (cf. Ez 34,1) y no querían reconocerle, aunque lo sabían. Por esta razón ellos le importunan de malas formas: “¿Hasta cuando vas a tenernos en vilo? Si eres el Cristo, dínoslo claramente de una vez”. El problema de estos personajes era que no estaban dispuestos a perder su protagonismo y que no se terminaban de fiar y, mejor, que no querían fiarse, ni siquiera a escucharle, porque ya lo habían rechazado de antemano y mantenían sus oídos cerrados. El orgullo y la autosuficiencia les cegaba y no alcanzaban a ver la puerta. Sus pecados les llevaban a perder la fe y a alejarse de Dios. Ruego atención a este tema: la soberbia y el orgullo son los indicadores externos de una persona sin fe, desorientada y sola, porque no se fía de nadie, incapaz de poder decir: ¿Quién nos separará del amor de Cristo?

Volvamos al evangelio para reconocer las tres cosas que nos pide la Palabra. Primero, escuchar al pastor significa oír con atención, poner interés y llevar a la vida lo que has oído. Segundo, Jesús conoce a los suyos, no superficialmente, sino con el corazón, con toda ternura, penetra hasta el fondo de nuestro ser y nos quiere hasta dar la vida. Seguir, es el tercer verbo que destaca el evangelio, la consecuencia de oír con atención y de fiarse, eso significa seguirle, ir detrás de Él y de su Palabra que nos guía a la vida eterna. La fe lleva al hombre a una plena adhesión a Cristo.

El Señor nos ha regalado un buen pastor para ayudar al pastor de esta Iglesia a cuidar y servir a su pueblo. Dios toma en serio a su pueblo, por eso, os pedimos una oración. Ve cuando puedas a la Iglesia, ponte de rodillas delante del sagrario y pídele a Nuestro Señor que actúe su gracia en el interior de tu ser, para que, conociéndole bien, puedas permanecer en Él, como oveja de su rebaño y seguirle con sencillez. Implora su gracia, ora por todos los necesitados y trabaja por la unidad. A partir de tu decisión comenzarás a ser otra persona. Felicidades.

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