Reflexiones semanales
2 de febrero 2020

Presentación de Jesús en el Templo

IV domingo del Tiempo Ordinario

La Sagrada Familia no dejó a un lado las costumbres y tradiciones de su pueblo y llevaron a Jesús al rito de la circuncisión y a la imposición del nombre. Todo israelita varón quedaba marcado en este rito con la señal de la alianza, como prescribe el libro del Génesis (cf. Gn 17,11), que le incorporaba al pueblo de Israel (cf Jos 5,2-9). Por otra parte, la imposición del nombre de Jesús no fue casual, sino que fue el nombre que le dijo Dios a María, por medio del ángel (Lc 1,31). El evangelista San Lucas destaca los dos momentos de este rito y recoge el hecho de la purificación de la madre a los cuarenta días del parto y el rescate del primogénito al mes del nacimiento, según la costumbre judía de rescatar al primogénito consagrado al Señor (cf. Ex 13,11-12), pero lo describe como la ceremonia de una simple presentación del niño en el templo. La fiesta de la Presentación de Jesús significa mucho, es otra manifestación de Dios al pueblo, para que todos puedan ver las puertas del corazón de Dios: «los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte”» (Lc 14,14).

Lo que se subraya en el Evangelio especialmente es la escrupulosa observancia de la ley por parte de José y de María, la fidelidad de esta pareja de judíos que eran fieles a Dios y guardaban las prescripciones de la ley mosaica. Jesús entra en la historia humana a través de la aceptación de la voluntad divina, expresada en la ley.

La Presentación es otra manifestación al mundo de Cristo, que es la Luz y la Salvación, nosotros participamos de esa Luz y durante este tiempo la liturgia nos urgirá a mantener encendidas las lámparas, porque las vamos a necesitar para el camino. Durante el tiempo de Navidad hemos sido testigos de las diversas manifestaciones de Jesús: en su nacimiento, que congregó a muchos, desde los más humildes hasta los personajes venidos de Oriente; en la Epifanía del Señor, que se manifiesta al mundo; en el Bautismo, donde Jesús es presentado por la voz de Dios, como el Hijo, el Mesías esperado, el Profeta y Salvador.

La oferta de Jesús es la Luz y la Salvación, con ellas tendremos la seguridad para poder rechazar las falsas indicaciones que nos conducen a la muerte. Todavía hay tiempo para volver el rostro al Señor, para caminar tras sus huellas; poneos en pie, levantad la cabeza y en marcha, a trabajar en la Iglesia y desde la Iglesia, con el estilo de Jesús. Este es el espíritu al que nos está alentando el papa Francisco: ¡Abrid las puertas de vuestro ser a Dios! La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido… La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre, el hospital de campaña, que acoge a todos los heridos del camino, los sana y los cura.

Todo nos esta hablando de esperanza, todo nos habla de confianza en Dios. Aunque te consideres indigno, pobre, pecador… También eres invitado a esta aventura, porque eres necesario, ¿No has escuchado que ha escogido a los que no cuentan, a los débiles del mundo para confundir a los sabios y poderosos? Ánimo, que te llama bienaventurado.

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