

Otra llamada a la conversión
II domingo de CuaresmaLa gente se acerca a Jesús en esta ocasión para contarle los últimos acontecimientos que le han hecho sufrir, pero con una intención poco clara, porque da la sensación de que la gente andaba buscando a quien acusar, a quién señalar con el dedo, a quién culpabilizar, a pesar de que los hechos producidos fueron accidentes naturales. Jesús no pierde la calma y con la serenidad que le caracteriza aprovecha la ocasión para invitar a todos a un verdadero arrepentimiento y a la conversión… El Señor no se sale del sentido de los casos que le presentan y se entiende que nos hace comprender la frágil condición humana y las cicunstancias críticas que nos rodean. Los casos que le presentan a Jesús hacen pensar a todos sobre la fragilidad humana, pero existen otros temas, que dependen de nuestros comportamientos e intenciones, que necesitan claramente arrepentimiento y reforma de vida para evitar hacer daño a los demás. Muchas veces somos nosotros los responsables de las desgracias, entonces es preciso aceptar con fe la palabra salvífica de Dios, que Él mismo ha venido a proclamar, y convertirse de corazón.
En la primera lectura seguimos oyendo a Dios que nos propone dejar la tierra árida del desierto y ponernos en camino hacia la fecundidad del don de Dios, esto no deja de ser una llamada a la conversión. Pero la exigencia va más allá, a lo más hondo de nuestro ser y desde la íntima realidad de mi yo para aceptar, con generosidad, la invitación a ser de Dios, es decir, salir de mi mundo de apariencias, de mis intereses ocultos, de mis egoísmos paralizantes, de este mundo que me he construido y me da seguridad, para llegar a ser santo. La santidad es mi nueva tierra, mi casa, la que Él me tiene reservada.
En el evangelio, la parábola de la higuera esteril viene bien como conclusión de los dos ejemplos anteriores donde se resalta que el hombre no tiene la llave de su vida y que el final de ella es imprevisible, así que es importante cuidarla, pero es más importante estar de cara a Dios, más cuando sabemos que nos pedirá cuentas de cómo hemos puesto a trabajar los dones y talentos que nos ha regalado. La parábola nos advierte de las responsabilidades desaprovechadas cuando, delante de Dios, nos presentemos con una vida improductiva y vacía o malgastada inútilmente. Esto es muy importante.
Dios abre las puertas a la misericordia, por eso insiste en su llamada al arrepentimiento, antes de que sea demasiado tarde. Escuchad de nuevo la escena del evangelio para ver que las dos primeras situaciones que se presentan son de muerte, la de los galileos que mueren por la perversidad de otro ser humano y la de los aplastados por una torre, como consecuencia de un accidente, aunque el caso de la higuera es otro. La advertencia está hecha, la higuera estaba condenada porque no daba fruto, estaba muerta. Este es el pecado para el punto de vista de un creyente, tener todas las posibilidades y no dar fruto, preferir la muerte a la vida, negar a Dios y potenciar el propio interés... Ved cómo se destaca que Dios es paciente, que da oportunidades una y otra vez, pero la pereza, la falta de decisión personal, dejarlo todo para mañana… no es buen camino. Es tiempo de conversión.
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