Reflexiones semanales
23 de diciembre 2018

La profesión de fe de Isabel

IV domingo de Adviento

El tiempo de preparación para el encuentro con el Mesías, el Señor, se va cumpliendo, porque en esta semana se encenderá la cuarta vela y comenzaremos a dejar atrás los paños morados y las ramas secas, los balcones de nuestro ser se irán abriendo a la luz y al color de la esperanza, y esta iluminará los rostros de los que se han mantenido a la escucha, cuando vean cumplidas todas las promesas. Qué suerte hemos tenido al contar con la noticia de la Luz de Dios, de la seguridad que da la fe, de la certeza de la salvación eterna, de la misericordia divina, de la fuerza del Espíritu Santo, del consuelo de los sacramentos, de la vida de oración, de conocer la urgencia de la caridad y la nube de testigos… El regalo de la Navidad, que ya vemos próxima, no nos permite limitarnos a ser espectadores, a pasar de largo, o podremos caer en una flojera espiritual, que nos paralice.

El tiempo de la espera se está cumpliendo y suenan ya en nuestras calles los villancicos, que hacen próxima la noche en la que Dios romperá el silencio y se harán presente en nuestra cotidiana vida los recuerdos, ilusiones, los rostros de las personas amadas y tanta gente a la que queremos. ¡Qué solemne es ahora el silencio de Dios! ¡Qué explosión de alegría nos hace anhelar su presencia misteriosa! ¡Prestad atención que ya se oye, que ya viene el Hijo de Dios! Dos milenios aparecen por la puerta, un ayer que pasó, muchos ángeles se asomarán por el horizonte cantándole al Enmanuel.

Celebramos un acontecimiento, no un recuerdo, Jesús vuelve a nacer pobre y débil, pero su debilidad será nuestra fortaleza... parece frágil, pero es roca sólida... ¡Qué sorpresa nos vamos a llevar! Parecerá que la criatura envuelta en pañales necesitará de nuestros cuidados, pero nos asombraremos al comprobar que los necesitados somos nosotros: pequeños, con hambre y frío, desnudos y a la intemperie... ¡Somos nosotros los necesitados! ¡Ojalá que en esta semana tengamos la oportunidad de hacer un hueco en el corazón para acogerle y para escucharle!

La Iglesia nos propone hoy centrar la atención en el modelo a imitar, la figura de la Virgen María. Ella da respuestas de amor de modo perfecto y se convierte, por eso, en el tipo claro y lúcido de la relación personal entre Dios y todo hombre. Su modelo es fácil de imitar: fiarse de Dios y ponerse en camino. Su equipaje es de mano: salir al encuentro del otro, querer ayudar, sencillez y olvido de sí…  María lleva dentro de su ser a Dios y, a través de ella, Dios se acerca al hombre. Por medio de la Santísima Virgen María el Señor se hace presente en casa de Isabel y Zacarías y esto no pasa desapercibido, porque la criatura que llevaba Isabel en el seno saltó de gozo y la madre se llenó del Espíritu Santo.

¡Qué importante es el Evangelio de este domingo! La acción interior del Espíritu Santo va orientada a hacer que la respuesta de María sea la de donarse sin reserva y ponerse en camino, mientras que la de Isabel, por otro lado, suscita la bendición y la alabanza, reconociendo que el Señor ya está aquí, en su casa, al bendecir a María, la llama: “la Madre de mi Señor”. Este es el valor que tiene llevar a Dios a los demás, como María, que hasta suscita el profeta que llevamos dentro: “Lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá”, le aseguró Isabel.

¡Vamos, poneos en camino, llevad a Dios a todos y veréis cosas grandes!

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