Reflexiones semanales
8 de octubre 2017

En la oración y en la súplica

XXVIII domingo del Tiempo Ordinario

Los textos de la Palabra de este domingo nos invitan a abrir los ojos a los planes de Dios, que está siempre presente en nuestra historia y nos invita a asimilar todo lo bueno que encontramos en la vida, porque ahí están las huellas de la presencia del Dios Creador y Salvador. La sintonía con el Creador nos está demandando que nos acerquemos a la Palabra y a la oración diaria para conocerle más y mejor, ya que en el trato con el Señor se nos da la verdadera sabiduría y la advertencia para vernos libres de la locura de pensar que somos nosotros los dueños de su viña, o pensar que no le necesitamos. El Evangelio nos muestra la locura a la que llegaron unos viñadores ingratos y necios, que pensaron que la solución de sus vidas era “matar a Dios”. La aventura de estos insensatos fue dramática, porque conocían que Dios comenzó con su pueblo una obra buena en fértil viña, que la “entrecavó, le quitó las piedras y plantó buenas cepas, construyó en medio una torre y cavó un lagar. Esperaba que diese uvas, pero dio agrazones”. Todo un drama, pero el corazón de Dios deja paso a la esperanza, apunta al día en que la viña prosperará bajo su cuidado vigilante (Is 27,2s) y se espera que el Señor salve a su viña, la que él plantó y cuida con exquisito esmero. La esperanza se llama Jesús, el cual, con su muerte en la Cruz, abrirá una nueva etapa para la historia, una viña confiada a viñadores fieles, que dará finalmente su fruto bueno.

Jesús es la viña verdadera, cuya imagen visible, nacida del Señor, es la Iglesia. Él es la vid, nosotros los sarmientos, que recibimos la vida de Él, por eso es necesario estar unidos, en comunión con el Señor; sin esa comunión con Él somos sarmientos desgajados, privados de savia y estériles. La bondad de Dios hace que su amor y su misericordia se renueven cada mañana y siga fiándose de nosotros para la misión de anunciar su Reino, ¡qué gran privilegio! Como llamados y elegidos por la bondad y el amor de Dios nos exige una verdadera conversión y una toma de postura, un estilo de ser, el cual ya lo apunta San Pablo en la segunda lectura de este domingo: Se nos exhorta vivamente a aspirar a todo lo bueno, a todo lo que agrada a Dios, a lo noble, puro, justo y laudable; todo lo que es virtud o mérito, para ponerlo en práctica. En definitiva, se nos dice que nuestra vida gire en torno a Dios y acertemos en poner nuestras oraciones y súplicas en sus manos. Teniendo a Dios nada nos faltará, no serán precisas las humanas seguridades, que sólo Dios basta. En esta sabiduría nos apoyamos.

La riqueza de la Palabra de Dios es muy grande y en estas lecturas hemos podido observar que recibimos mucho más de Dios de lo que nos podemos imaginar, por su exquisito cuidado. Pero que no pase por alto a nadie lo que nos dice el Evangelio de este domingo, que Cristo es la piedra angular y quien se apoya en Él se mantiene firme, porque la fuerza la recibe de Nuestro Señor, que le da el coraje para hablar, para dar testimonio del Reino y para hacer la voluntad de Dios con generosidad. El que se apoya en Cristo no teme, porque el amor de Dios le protege y le ayuda a vivir siempre en esperanza.

 

Feliz domingo.

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