

La Navidad de Dios nos hace solidarios
IV domingo de AdvientoNavidad, la fiesta de la ternura, nos evoca recuerdos y sentimientos, calles vestidas de luces y de adornos, pesebres y villancicos, familia y hogar. La Navidad es una fiesta con sabor a Misterio divino y a familia reunida. Navidad pide silencio contemplativo ante el Misterio y turrón sobre la mesa engalanada con mantel festivo, con velas y adornos navideños. La Navidad nos acerca al Misterio del Nacimiento de Dios, que se injerta en la humanidad y nace en una familia del pueblo. Dios que nace, llora, ríe, ama, lucha, sufre y muere... asumiendo plenamente el camino humano. Cristo es la Luz que vino al mundo e iluminó con su venida la oscuridad de siglos y trae en sus manos la esperanza para el hombre.
Es cierto que el Señor no encontró una buena acogida, porque nació en un pesebre en una noche fría y nadie le abrió la puerta… “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn.1,11). Aquel por el que el mundo fue hecho entra en nuestra historia, pero no se le escucha, no se le acoge, no hay sitio para Él… El mensaje de Navidad nos viene en medio de la oscuridad de nuestro mundo cerrado… Dios se ha hecho presente para ofrecernos una alegría sin fronteras. Jesús nació en Belén y hoy nace en el corazón del hombre y de la mujer entre cantos de gloria a Dios y paz al hombre que ama el Señor. Su cuna fue un pesebre, ahora tiene por cuna el corazón del creyente, corazón frágil, hecho de barro y envejecido por el pecado.
Cualquiera puede sacar a relucir las limitaciones de la condición humana en estos días tan señalados y tendríamos que llorar por nuestros pecados de omisión, de indiferencia, de falta de caridad, pero hagamos un pequeño esfuerzo por ver lo positivo, los gestos de amor y ternura, las obras de caridad y de amor que se hacen, muchas veces en silencio, porque Navidad es un camino que continúa, su mensaje de vida, de amor, de fraternidad y de justicia es nuestro camino, que apunta a la esperanza. La Palabra nos regala conocer la plena salvación de vida con Dios; en la Palabra tenemos razones para la alegría: El amor de su madre María y la fidelidad de San José, la vigilancia de los pastores y su gran alegría, y en el Evangelio de San Mateo encontramos la visita de los sabios Magos, llegados de lejos, así también nos dice Juan: “Pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios” (Jn 1,12).
En Navidad debemos aprender a recibir a Dios, a recibir a los hermanos, si de verdad queremos gozarnos en la condición de hijos de Dios. Os invito a salir de la cerrazón de nuestros deseos e intereses para ir al encuentro del Señor y adorarlo. Adorad a Dios abriendo el mundo a la verdad, al bien, a Cristo, al servicio de cuantos están marginados, porque en estos Él nos espera.
Os deseo sinceramente a todos que seáis ciudadanos del cielo, que le deis cobijo a Dios todos los días de vuestra vida y que no desaparezca de vuestro rostro la alegría, el gozo, el cántico y las alabanzas a Dios. ¡Feliz Navidad!
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