La esencia de la Iglesia es la misión
XXIX domingo del Tiempo OrdinarioEste domingo celebramos el Domund, una jornada al año que nos trae a la memoria lo esencial de nuestra fe, anunciar a Cristo. Es la ocasión propicia para dar a conocer a todos que lo que mueve a los cristianos es el amor, que esta es el alma de la misión. Es la Iglesia entera la que se mueve al son de esta música. Hemos sido llamados personalmente por Dios, porque se necesitan manos para trabajar en su viña; es la comunidad entera de los hermanos la que se orienta por la caridad y, si no nace esta tarea de un profundo acto de amor, la misión no tendrá sentido, será una aventura vacía. Toda la comunidad cristiana está llamada a dar a conocer a Dios, que es Amor. La cita del profeta Isaías elegida como lema de este año, Aquí estoy, envíame, tiene un sentido profundo de confianza en Dios, porque manifiesta una confianza total, una entrega y una disposición tan grande, que nada ni nadie me impedirá hacer la voluntad del Señor.
El anuncio de Jesucristo ocupará el centro de la actividad evangelizadora y de la renovación eclesial, por eso, la insistencia en recordarnos el cuidado y el respeto hacia los hermanos que trabajan, tanto en promoción humana, como en evangelización, aquí o en los países de misión. Los misioneros practican las actitudes que dice el Papa Francisco: «Cercanía, apertura al diálogo, paciencia y con la acogida cordial que no condena». Entregan su vida, se ofrecen hasta que les faltan las fuerzas y nos hacen sentirnos orgullosos de su vida gastada y generosa. No olvidemos que los que han salido a otros rincones del mundo han vivido la fe entre nosotros, han tenido los mismos catequistas, han recibido la misma educación en la fe, pero el paso para servir a los más pobres lo han dado ellos, sí, con valentía y coraje. De eso se ha encargado el Espíritu Santo.
La esencia de la Iglesia es la misión, el anuncio de la Buena Nueva, es portadora de la esperanza en Cristo y no puede encerrarse en sí misma. El Papa Francisco nos lo ha recordado en varias ocasiones: «El preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón... todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios». El sucesor de Pedro nos está llamando a llevar la esperanza hacia las periferias, pero no solo geográficas, sino también existenciales y esta es una tarea de todos.
No hay angustia ni sufrimiento mayor que el no conocer a Dios, por eso la urgencia de ponernos delante del sagrario y orar al Señor para que despierte en nosotros deseos de ser misioneros en nuestro ambiente, en casa, en el trabajo, en nuestro mundo. La contribución económica personal es necesaria para ayudar a la misión o ¿alguien conoce otro método para facilitar la ayuda a los misioneros para llevar el Evangelio a todas las periferias? La propia ofrenda material se convierte en un «instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor».
Os ruego que seáis generosos para compartir y para rezar por los hermanos, aunque estemos pasando por una situación económica mala. Dios bendiga vuestras manos abiertas.
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