Reflexiones semanales
5 de enero 2020

La Epifanía del Señor

III domingo de Navidad

De la mano de María se presenta al mundo a Dios. Una familia humilde y sencilla manifiesta el mayor de los tesoros, ante el cual los ángeles han cantado himnos de gloria y alabanzas: Nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué admirable es Dios! ¿Os habéis fijado que toda la sabiduría de Dios y su poder está en este frágil bebé? Pero advertid que los hombres que se han fiado de las señales de Dios se han beneficiado del privilegio de adorarlo, los incrédulos no. Los magos han recorrido medio mundo hasta que han llegado a la presencia de Dios, han soportado toda clase de aventuras; han podido pasar por locos, pero han permanecido fieles a la señal de Dios, a pesar de los momentos de oscuridad. Los magos nos han demostrado que no existe mayor gozo que ponerse en marcha a la aventura de estar delante de Dios. Recordemos las palabras del papa Benedicto para la Navidad: «“Venid, naciones, adorad al Señor”. Con María, José y los pastores, con los magos y la muchedumbre innumerable de humildes adoradores del Niño recién nacido, que han acogido el misterio de la Navidad a lo largo de los siglos, dejemos también nosotros, hermanos y hermanas de todos los continentes, que la luz de este día se difunda por todas partes, que entre en nuestros corazones, alumbre y dé calor a nuestros hogares, lleve serenidad y esperanza a nuestras ciudades, y conceda al mundo la paz».

Estás viendo cómo el Señor te vuelve a dar señales de su presencia en el mundo y no debes dejarlas pasar, tienes que ser tan fuerte como estos personajes de Oriente para seguir adelante, aunque los vientos sean contrarios. Ahora es oportuno meditar estas palabras de san Agustín, cuya santidad y sabiduría están más que probadas: “Conviértete al Señor, tu Dios, y di al mundo: ¿para qué me solicitas? Mucho más dulce que tus promesas es la dulzura que yo amo. ¿Me prometes carnales deleites? Mucho más deleitable es Dios. ¿Me prometes altos puestos y honores? El Reino de Dios es más elevado que todo eso. ¿Me prometes vanas y reprobables curiosidades? Sólo la verdad de Dios no induce a error. Si eres grande, el Creador del mundo es mucho mayor. Si eres hermoso, mucho más hermoso es el que te formó. Si tienes atractivos, son mucho mayores los de tu Creador. Si eres malo, es bueno tu Creador” (San Agustín, Nos hiciste, Señor, para ti. Kempis agustiniano. Madrid 2006. p.60).

Ya sé que muchos comentan que no tienen tiempo o paciencia para gastarlo en “buscar a Dios”, cuando lo que quieren decir es que no tiene fe, que les falta la motivación, que no se fían. Yo lo comprendo, pero permitidme que os diga que no es un tema imposible, incluso para los más rebeldes. Te ruego que no ofrezcas resistencias a Dios, mira las cosas con sencillez, con humildad, no creyendo que la experiencia de los demás es falsa y que solo pretenden engañarte. Te pongo el ejemplo de san Juan de la Cruz, en la famosa poesía de “La noche oscura”: “En la noche dichosa, /en secreto, que nadie me veía, /ni yo miraba cosa, /sin otra luz ni guía /sino la que en el corazón ardía (…) Aquésta me guïaba/ más cierta que la luz del mediodía,/ adonde me esperaba/ quien yo bien me sabía,/ en parte donde nadie parecía.”    Hoy, María y José presentan a Dios al mundo, al universo, ¿por qué no te acercas? La salvación que ofrece también es para ti. Unidos en la oración.

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