Reflexiones semanales
12 de septiembre 2021

La coherencia de la fe

XXIV domingo del Tiempo Ordinario

Nos debemos comprometer a leer con serenidad, y antes de ir a la Eucaristía de este domingo, la segunda lectura del apóstol Santiago. No es un capricho, es una necesidad, porque nos pone frente a nuestra propia realidad, nos pide una respuesta urgente. ¿Cómo es tu fe? El apóstol va directo en la pregunta sobre nuestra fe, nos interpela con fuerza y nadie puede disimular, porque se notaría con rapidez; quiere una respuesta inmediata y no te deja tiempo para pensar en buscar respuestas falsas, porque pide la verdad. La cuestión es de una gran actualidad, dado que estamos muy acostumbrados a la palabrería, a definiciones disfrazadas e interesadas, creadas para impresionar a los que te rodean, pero muy lejos de la verdad. Puede ser que estemos demasiado acostumbrados a ponernos “caretas” para disimular el verdadero rostro, pero Santiago pide la verdad y nos ofrece el medio para detectar dónde está cada uno y no es la palabrería, sino los hechos.

La verdadera fe se manifiesta cuando por amor a Dios tienes gestos de amor, de caridad, de estar cercano a los necesitados, porque tienes claro que el otro es un hermano, un hijo del mismo Padre. Vivimos en un mundo y en una sociedad fuertemente individualizada pues se promueve la autorreferencialidad, que cada uno viva preocupado por su propio bienestar y, como resultado de esto, se encierre en su castillo, en un mundo oscuro. El Papa Francisco no deja de advertirnos de que cuando la vida interior se pliega solo a los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ni para los pobres, ni siquiera tiempo para escuchar la Palabra de Dios. Este tipo de actitudes desembocan en una tentación para todos, también para los agentes de la evangelización y para nuestras comunidades, que nos paraliza y nos impide salir a la misión. Frente a esta tentación debemos dejarnos guiar por el Espíritu Santo, que nos introduce en el misterio de Dios, nos da la fortaleza y nos impulsa a abrir las puertas para salir de nosotros mismos y anunciar y testimoniar valientemente la resurrección de Cristo al mundo de hoy. Así mismo, el Espíritu Santo también nos mostrará los caminos y lugares donde se precisa de esa agua viva que es Cristo, que salta a la vida eterna (cf. Jn 4,10).

El apóstol apunta a que el justo se deje llevar también de la ley de Dios, de la llamada al amor, con una fe activa, operante y comprometida, y nos presenta el modelo: Jesucristo. En Jesús está resumido el prototipo de la persona que quiere hacer la voluntad de Dios y se ha puesto en sus manos libremente. El evangelio de esta semana expone las condiciones para imitarle y seguirle y no son nada fáciles: negarse a sí mismo y cargar con la cruz. No se trata de un camino de rosas sino de humillación, dolor y muerte. Esto lo vemos muy claro en la breve predicación kerygmática que hace a los discípulos, cuando les dice: El Hijo tiene que padecer, ser condenado, ejecutado y muerto y su victoria en la resurrección, al tercer día.

Ahora entendemos el disgusto que le da Pedro a Jesús -este hombre que en un instante cambia de actitud, de confesar la fe en Jesús con fortaleza y decisión, a inmediatamente hacer de Satanás-, cuando pretende disuadirle de la misión que le ha encomendado el Padre. ¡Qué lección le da el Señor! Feliz domingo.

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