Reflexiones semanales

La alegría de la Pascua

2025-05-18

La primera impresión que se siente tras leer las lecturas de este domingo es la alegría que transpiran. Las lecturas nos están invitando a tomar conciencia de que somos una comunidad que rebosa actividad, que siente satisfacción por lo que Dios hace en ella, por la apertura a los gentiles, por el trabajo misionero; somos la comunidad que ha recibido de su Señor la mejor herencia: el amor fraterno y que además tiene como perspectiva final un «cielo nuevo y una tierra nueva», con un Dios cercano, que mora en medio de ella y que enjuga las lágrimas de todos. ¡Es que estamos en Pascua!

Cristo ha resucitado y su Espíritu todo lo renueva. El Señor glorioso está actuando en este mundo y en esta Iglesia, por grandes que nos parezcan sus límites y flaquezas. También tenemos la alegría del Papa que nos ha regalado el Señor, el Papa León XIV.

En Pascua estamos alegres. La Pascua es un acto de fe continuado durante siete semanas en la presencia de Jesús resucitado. A pesar de las dificultades los cristianos creemos firmemente en Dios, que «enjugará nuestras lágrimas» y en un mundo en el que ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Todo esto es gracias a que somos la comunidad del Resucitado, vivimos desde ahora la novedad de la vida eterna.

La primera razón que tenemos para el gozo es muy sencilla: el amor, que hace experimentar esa presencia de Dios en medio de nuestro mundo y hace que todo sea nuevo. Pensad en las notas de esta Iglesia, que dice el libro de los Hechos de los Apóstoles que tenemos que ser una comunidad activa, corresponsable, fraterna; los hermanos que se dejan llevar por el Espíritu y se abren también a los paganos. Somos una comunidad misionera, a esto nos ha invitado el Papa León en sus primeras palabras; una comunidad verdaderamente viva, que madure en la fe y en la fraternidad.

Esta es la razón de nuestra alegría pascual: en medio de un mundo que no ama, hay un grupo de cristianos que han recibido el testamento de amarse los unos a los otros. En medio de una sociedad fragmentada, hay un espacio de fraternidad. Cuando todo invita al interés y al provecho personal, hay unas personas que realizan en la comunidad el servicio de la animación fraterna.

La Eucaristía es el mayor regalo, el centro de la vida de nuestra comunidad. En ella experimentamos que Dios está cerca y reafirmamos el compromiso del amor fraterno, especialmente lo señalamos en el gesto de la paz, habiendo oído bien la oración que le precede, con el encargo que Jesús ha hecho en el evangelio. En la Eucaristía se alimenta la conciencia de corresponsabilidad, a la vez que se pone de manifiesto el papel de los ministros, que animan y presiden la celebración en nombre de ese Cristo glorioso invisiblemente presente.

¡Somos la comunidad pascual! Abierta a lo nuevo, que nos ha regalado Dios.

Excmo. y Rvdmo. Mons. José Manue Lorca Planes | Obispo Diócesis de Cartagena

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