Reflexiones semanales
3 de mayo 2020

Jesús, mi Buen Pastor

IV domingo de Pascua

En este domingo celebramos en día del Buen Pastor, de Nuestro Señor que dispone, con absoluta libertad, su vida entera para ponerla al servicio de sus ovejas. Con esta figura del Pastor bueno se habla de ovejas, que son los creyentes que han sido llamados por Jesús a la fe, librándolos de las tinieblas. En el Evangelio de este domingo se nos habla del alcance del conocimiento que tiene Jesús de sus ovejas, bastaría con decir que Jesús es el auténtico pastor porque vive y muere al servicio de las ovejas, porque da la vida por ellas y porque las conoce individualmente con un conocimiento amoroso a todas.

En el Evangelio se precisa con detalle, habla de que hasta conoce el nombre de cada una de ellas. Conocer el nombre es una expresión bíblica que indica a la persona en su totalidad, pensad cuando decimos en el Padrenuestro, santificado sea “tu nombre”, es como decir santificado seas Tú, Dios mío. El conocimiento recíproco entre Jesús y los suyos no es nada superficial, se está diciendo que la realidad es tan grande y profunda, que se puede comparar a la comunión y unidad entre Jesús y el Padre. Este es el ejemplo más sublime y real de cómo el Señor, el Buen Pastor, nos conoce. Buen Pastor, como dice el papa Francisco, que no busca juzgar sino amar y nos ama tanto que todas las ovejas le importan, hasta ponerse en camino para buscar personalmente a la oveja perdida. San Agustín explica esto de una manera sencilla, pero con una claridad esencial: “Apacentar el rebaño del Señor ha de ser compromiso de amor”. Por esta razón pide a los pastores, ministros de Dios, como norma de conducta: “Un amor incondicional, como el del Buen Pastor, lleno de alegría, abierto a todos, atento a los cercanos y solícito por los lejanos”, que sea “delicado con los más débiles, los pequeños, los sencillos, los pecadores, para manifestar la misericordia infinita de Dios con las tranquilizadoras palabras de la esperanza” (cf. San Agustín, Sermón 340, 1; Sermón 46, 15).

“¿De dónde puede sacar hoy un sacerdote la fuerza para el ejercicio del propio ministerio en la plena fidelidad a Cristo y a la Iglesia, con una dedicación total a la grey? Solo hay una respuesta: en Cristo Señor. El modo de gobernar de Jesús no es el dominio, sino el servicio humilde y amoroso del lavatorio de los pies, y la realeza de Cristo sobre el universo no es un triunfo terreno, sino que alcanza su culmen en el madero de la cruz, que se convierte en juicio para el mundo y punto de referencia para el ejercicio de la autoridad que sea expresión verdadera de la caridad pastoral” (Benedicto XVI, Audiencia General, mayo 2010). Lo que nos pide la Palabra de Dios este domingo es que aprendamos desde lo más hondo del corazón, que “nadie es realmente capaz de apacentar el rebaño de Cristo, si no vive una obediencia profunda y real a Cristo y a la Iglesia”.

Es muy importante que caigamos en la cuenta de la grandeza de responder a la llamada del Señor, porque sigue llamando en nuestros días y hay que responderle con generosidad, ya que los sacerdotes y religiosos son necesarios para la vida de la Iglesia. Dios sigue tocando los corazones, el mismo Señor Resucitado te ayudará a salir de los miedos para responderle. Escucha la Palabra de Dios y vive la Eucaristía, ¿has visto qué forma más bonita y eficaz? Mucho ánimo, queridos jóvenes para decirle al Buen Pastor que cuente con vosotros.

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