Reflexiones semanales
29 de marzo 2020

Jesús es la Vida

IV domingo de Cuaresma

Fluye la Cuaresma conectando los circuitos de nuestra razón y empapando de esperanza viva las secas esponjas de ánimos cansados. Cada día se hace más interesante la cercanía con Dios, conocemos su amor misericordioso, que brota de la fuente de la gracia y descubrimos la necesidad de acercarnos a Él, aunque los vientos del mundo sean adversos. De nuevo aparece el mensaje de la iniciativa salvadora de Dios, que se adelanta a ofrecernos la vida: “Cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor”. En este domingo, como en los anteriores, se transparenta la seguridad en la fuerza de la fe, en la fuerza de Dios, que nos salva de las garras de la muerte e ilumina la mente para reconocer su rostro. Cuando sintamos sus dedos en nuestros ojos invitándonos a ver, como al ciego de nacimiento, o cuando oigamos la voz de Jesús que nos apremia a salir de nuestros sepulcros de muerte, como a Lázaro, podremos entender que su amor es verdadero y que se interesa por cada uno de sus hijos. Haced el ejercicio de repasar los evangelios de los domingos anteriores y comprobad en el caso de la samaritana, del ciego de nacimiento, de Lázaro… que se trata del mismo mensaje de amor misericordioso. ¿Verdad que, humanamente, no se entendería el empeño de Dios de salir a nuestro encuentro? Es explicable que Lope de Vega se preguntara en voz alta: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”.  Pero desde la fe es fácil de interpretar: ¡Que somos sus hijos, que nos ha creado a su imagen y semejanza!  El hijo pródigo, cuando regresaba arrepentido, encontró al Padre saliendo a su encuentro para abrazarle, con el perdón por delante y para regalarle de nuevo su condición de hijo y heredero. Dios perdona de verdad.

Debemos aprender de los hombres y mujeres de fe. Os propongo el ejemplo de Salomón, que como buen israelita hizo girar toda su vida en torno a Yahveh, sin complejos, con transparencia, sabiendo la misión que se le encomendaba, su relación con Dios, sus vivencias, etc., porque entendió que todo está dentro de un orden, el de Dios. Como lo entendió desde este punto de vista, solicitó al Señor la fuerza necesaria para cumplir con la misión encomendada (cfr. 1Re 3,8-12), sabiendo que quien mueve los hilos de la historia es el Señor. En el Nuevo Testamento, los Apóstoles, después de la muerte de Judas, oran al Padre para que les indique el sucesor en estos términos: “Señor, tú que conoces a todos en lo íntimo de su ser”. La fe de los testigos es determinante, es imposible pensar que Dios se desentienda de la obra que ha comenzado, porque nos ha creado y nos ha dado muchas pruebas de cercanía e interés, ¿cómo dudar de su voluntad salvadora o de su amor? Os confieso que el testimonio de santa Teresa, en su obra poética, es admirable, por su experiencia creyente, porque, como Salomón, Dios está en el centro de su vida: Cuando el dulce Cazador me tiró y dejó herida en los brazos del amor, mi alma quedó rendida, y cobrando nueva vida de tal manera he trocado que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado”.  Si la voz del Altísimo llega a lo más hondo del corazón se produce un dinamismo interior que te seduce y te invita a seguirle, a dar razón de tu experiencia creyente.

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