Reflexiones semanales
18 de marzo 2018

Si el grano de trigo no cae en tierra y muere…

IV domingo de Cuaresma

Conforme van pasando los días de esta Cuaresma nos vamos acercando más al misterio del amor de Dios, a los acontecimientos centrales de nuestra fe, aunque los vientos del mundo sean adversos. Sabemos por experiencia que la mano del Altísimo es poderosa y que nos salva de las angustias, porque el Señor es fiel y nos ha rescatado siempre, hemos aprendido el camino de la salvación. Escucha la Palabra y te sentirás seguro con la fuerza de Dios, que nos salva de las garras de la muerte y nos ilumina la mente para reconocer su rostro. Sentiremos sus dedos en nuestros ojos invitándonos a ver, oiremos la potencia de la voz de Jesús, que nos apremia a salir de nuestros sepulcros de muerte: “cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor”. Sentirás que hoy es tiempo de salvación, hoy podrás entender que su amor es verdadero y que se interesa por cada uno de sus hijos.

Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre, en esta Semana Santa celebraremos la llegada de la hora y la glorificación. Cada uno de nosotros, cada parroquia, estaremos preparando con mucho amor los Oficios de Semana Santa, la contemplación, la participación y la interiorización de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, porque es la fuente de la vida, porque Dios se ha empeñado en regalarnos la vida eterna y sale a nuestro encuentro. Todos sabemos cómo nos creó el Señor, el gran regalo de la vida que nos ha hecho, el poner a nuestros pies el universo, la obra de la creación… y sabemos, también, cómo entró el pecado en el mundo, como un acto positivo de desobediencia a Dios. Recordad, también, las consecuencias que ha tenido y sigue teniendo el pecado. Tan sólo de Dios podía venir la redención que necesitábamos. Y vino realmente por medio de Jesucristo. Dios Padre, mirando la desventura del género humano, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Unigénito para que, redimidos del pecado, fuéramos constituidos hijos de Dios, capaces de participar de la intimidad divina, así la paz quedará restablecida.

Dios nos muestra siempre el camino a seguir, no lo dudes, Él siempre tiende la mano primero en señal de paz; se hace cercano y reconoces pronto su amor misericordioso, porque es fiel y leal, va con la verdad por delante. Y no sólo eso, sino que, además, a su pueblo extenuado le ha dado de comer y beber, siempre ha venido en su auxilio. La pregunta que se hizo Lope de Vega tiene respuesta: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”. Esta es la respuesta: somos sus hijos, nos ha creado a su imagen y semejanza. La parábola del hijo pródigo es la respuesta. El Padre salió a su encuentro para abrazarle, con el perdón por delante y para regalarle de nuevo su condición de hijo y heredero. Es que Dios perdona de verdad.

La fe de los testigos es determinante, es imposible pensar que Dios se desentienda de la obra que ha comenzado, porque nos ha creado y nos ha dado muchas pruebas de cercanía e interés. Si la voz del Altísimo llega a lo más hondo del corazón se produce un dinamismo interior que te seduce y te invita a seguirle, a dar razón de tu experiencia creyente. Abre los oídos para escuchar la voz de Dios.

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