Reflexiones semanales
25 de septiembre 2022

El Señor es nuestra seguridad

XXVI domingo del Tiempo Ordinario

La Palabra de cada domingo nos va entonando para aceptar el estilo de vida que nos lleva a la santidad, a reconocer el camino de Jesús, que es claro y abierto a la esperanza, pero es serio y exigente. Es importante dedicar el tiempo necesario a escuchar en el corazón la voz de Dios. La parábola de este domingo nos invita a distinguir entre el verdadero tesoro, que es la voluntad de Dios, escuchar la voz de Nuestro Señor Jesucristo que nos invita a la solidaridad con los que tienen menos que nosotros, y a no perseguir las banalidades, ni empeñarse en acumular bienes que se corrompan o la herrumbre los destruya. Si hacemos esto no hemos entendido nada, porque nos hemos quedado en los medios y hemos olvidado lo esencial: la vida eterna, el amor de Dios y su misericordia.

En la primera lectura, el profeta Amós pone en evidencia la necedad de los que no hacen buen uso de sus bienes, sus palabras son muy duras cuando los describe sin piedad: comen, beben, cantan al son del arpa, se ungen con buenos perfumes y se acuestan en camas lujosas. Este estilo de vida no les permite ver qué pasa a su alrededor, andan como ciegos, solo ven hasta la distancia de su ombligo, los incapacita para ver la necesidad de muchos. Y el profeta concluye su reflexión, diciendo: «Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos».

Pero Dios va abriendo puertas, no se dedica al castigo, sino a la misericordia, aunque nos hable claro y desde la verdad. El salmo 145 es una oportunidad para comprender que no somos seres para la perdición o para la muerte, sino para la vida: «Él hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos». Esto mismo lo podemos ver en el ejemplo que pone Jesús en la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro. Es curioso que el Evangelio no diga cómo se llamaba el rico, no tiene nombre, solo tenía riquezas, pero acabó mal; mientras trata con mucho cariño la figura del que estaba a su puerta pasando hambre y cómo, tratándolo con gran respeto, le llama por su nombre, Lázaro.

El Evangelio nunca ha hecho acepción de personas, no descarta a nadie porque sea rico, eso sí, comenta que el peligro está cuando uno confía más en sus posibilidades, cuando se pone la seguridad en el dinero y se va alejando de Dios; vamos, cuando uno llega a pensar que no necesita ni a Dios ni a los demás. A estos se les llama necios, por poner su confianza en lo que se lleva el viento.

Aprovechemos este domingo para acercarnos al Señor con serenidad y con deseos de aceptar una verdadera conversión personal, porque sin Él no somos nada y cuando vayamos a su presencia deberíamos llevar un montón de nombres entre nuestras manos, los nombres de todos los que hemos ayudado con la solidaridad y el amor que nos ha enseñado Jesús.

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