Reflexiones semanales
15 de enero 2023

El Cordero de Dios

II domingo del Tiempo Ordinario

Este domingo segundo del Tiempo Ordinario mantiene la fuerza de la manifestación del Señor, celebrada en la solemnidad de la Epifanía, como un eco de la Navidad. Jesús es presentado como el Cordero, el Siervo de Dios, que quita y borra el pecado del mundo. Jesús es el Mesías -según la promesa al pueblo judío- y su camino es de servicio. Ya vemos cómo su misión es la de un servidor absolutamente humilde, pobre, sencillo... y que así conseguirá la victoria. Se presenta como Cordero de Dios, como un signo de paz, de silencio, de docilidad y de obediencia. Isaías define al Mesías como cordero que no abre la boca cuando lo llevan al matadero y que herido soporta el castigo que nos trae la paz. El Cordero inocente, con su muerte, puso su vida a disposición de Dios para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado, esta será la inauguración única y definitiva de la ofrenda grata al Padre del cielo. Jesús será nuestro modelo a imitar y el cristiano aprende de Él a ser testigo de la salvación y de la paz. Comencemos este ciclo prestando mucha atención a la Palabra, porque la fe y el amor del creyente han de servir a muchos para encontrarse con el Salvador. Jesús abrirá para todos un mundo de perdón, de esperanza y de vida.

Este es un momento muy importante para nosotros, porque se nos presenta a Jesús que no solo perdona los pecados, sino que quita los pecados del mundo como Cordero de Dios. En las lecturas no se nos invita a considerar en esta ocasión una virtud o una actitud moral, sino una síntesis cristológica, se nos presenta a la persona misma de Jesús. Jesús es el Enviado de Dios, que obedeció y cumplió su misión salvadora, anunciando a todos el amor de Dios, y lo hizo entregándose totalmente a sí mismo, hasta la muerte en cruz. El Niño de la Navidad y de la Epifanía comienza el camino de la Pascua. En la cruz va a «quitar el pecado», va a triunfar sobre el mal de la humanidad, va a reconciliarnos con Dios. Nuestra situación de pecado, personal y comunitario, tiene una respuesta por parte de Dios: su Hijo se entrega a la muerte por nosotros y nos consigue la reconciliación.

En la Eucaristía nos encontramos con el mismo Jesús, primero como la Palabra viva de Dios y luego como Alimento para nuestro camino, que se entrega por nosotros, Él es el Cordero que quita el pecado, que se da a sí mismo como alimento. La celebración de la Navidad, y en concreto las lecturas de hoy, nos anima a seguir en nuestras vidas al Mesías, el Enviado de Dios, el que nos va a dar la verdadera salvación. Cristo, salud de todos los hombres. Como la esperanza de felicidad de toda la humanidad se concentra en la definitiva venida del Salvador, los cristianos tenemos que vivir esa experiencia y repetirla cada día. Este «conocimiento» tiene que llegar cada vez más al fondo del alma.

Os animo especialmente a todos a tomaros muy en serio vuestra vida de fe, escuchando la Palabra para imitar y seguir a Jesús. La imitación de Cristo es muy sencilla: haz lo que haría Cristo si estuviera en tu lugar, con su misma actitud y con su mismo espíritu, encarnándolo en la situación concreta que te toca vivir, y siéntete perdonado y amado.

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