Reflexiones semanales
25 de abril 2021

El Buen Pastor da la vida por las ovejas

IV domingo de Pascua

Las lecturas de la liturgia de hoy utilizan la bellísima imagen del Buen Pastor para acercarnos con confianza a Nuestro Señor. Lo que nos aporta esta imagen es de tal importancia y tan rica de contenido que no puede pasar desapercibida, porque hace la mejor foto de Cristo y lo define lleno de ternura y cuidado por ti. En el Antiguo Testamento se esperaba al Mesías con las características de un buen pastor y en Jesús Resucitado se cumple la Sagrada Escritura, porque verdaderamente Jesús es ese Buen Pastor esperado, pero todavía hay un detalle más, ya que en la autodefinición que se da a sí mismo, añade un matiz muy importante: «El Buen Pastor da la vida por las ovejas». Este dar la vida, esa entrega hasta la muerte es un paso adelante que le singulariza al Señor, además de asumir lo propio de este oficio: un pastor que conoce a sus ovejas, que las alimenta, las defiende y protege del enemigo; que no se conforma con el hecho de que una se pierda, sino que sale en su busca, que les importan todas, que las lleva a buenos pastos y, además, es capaz de morir por ellas.

Era yo un joven seminarista y recuerdo que en este día entraban los feligreses a la sacristía de mi parroquia para felicitar a Don José, mi párroco. Ese día aprendí que el sacerdote debía ser también un buen pastor para su pueblo, al estilo de Jesús, y cómo los feligreses reconocían su misión, los desvelos y trabajos por servir al pueblo de Dios que le fue encomendado. Hace mucho tiempo que murió Don José, pero no me he olvidado nunca de él, porque derramó sobre mi cabeza las aguas del Bautismo, recibí de sus manos la Primera Comunión y me ayudó a conocer al Buen Pastor y le estoy muy agradecido. Quizás esta costumbre se haya perdido en muchos sitios, hasta es posible que alguno diga que estas cosas ya no se llevan, pero creo que la ternura y el agradecimiento no pierden valor nunca, por eso os pediría que no pase este domingo sin pedirle al Señor por vuestro párroco. Este es el mejor regalo que un sacerdote recibe, que se acuerden de orar a Dios para que nos fortalezca en la vocación recibida y seamos fieles a la tarea de evangelizar, a pesar de nuestras debilidades y flaquezas. Nuestra vida tendrá más sentido cuanto más imitemos al Señor Jesús en ese caminar hacia la cruz, al servicio de los hermanos, para ser merecedores de su misericordia. No nos han tocado tiempos fáciles para cumplir con la tarea de pastores, a nadie le tocan tiempos fáciles, así que es preciso dar la cara, ganarse a pulso cada día la fidelidad, aunque temiendo y temblando, pero en la confianza de que el que nos llamó es fiel.

El sacerdote está llamado a ser pastor según el estilo de Jesucristo; en su ministerio pastoral, debe transparentar el amor a la Iglesia en todas las actividades, porque las ovejas no son suyas, sino de Cristo y el Señor le pedirá cuentas del amor que haya puesto en esta tarea, hasta dar la vida; sabe que tiene que dejar a un lado los protagonismos personales que rompan la unidad del rebaño. El pastoreo es un ejercicio de amor. El sacerdote se entrega a la misión evangelizadora sabiendo que no es el objetivo el pasarlo bien sino cumplir con el encargo del Señor: «¡Ay, de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!» (Ez 34).

Estamos en comunión en esta Jornada de Oración por la Vocaciones.

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