Reflexiones semanales
15 de julio 2018

De dos en dos

XV domingo del Tiempo Ordinario

Esta semana, la Palabra de Dios se centra en el carácter misionero de la Iglesia y en cómo Jesús confía esta tarea a sus discípulos, para que vayan al mundo a anunciar el Reino de Dios. Otra vez vemos cómo Dios lleva la iniciativa, cómo confía a los hombres esta tarea tan esencial y los capacita para ir a proclamar la Buena Nueva. Eso sí, les pide una dedicación en exclusiva, entregar la propia vida para esta misión y la confianza absoluta en Dios. Esto es posible porque Dios no falla nunca. A la misión estamos llamados todos los creyentes, hombres y mujeres, pero sabiendo que se necesita conocer bien al que envía, conocer bien a Cristo y fiarte tanto de Él que le dejes hacer poniéndote en sus manos. El Beato Papa, Pablo VI, definió esta actividad así: “Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar”. La Iglesia surgió como fruto inmediato de la manifestación del amor y de la misericordia de Dios, que tuvo lugar a través de la predicación, comportamiento, actitudes, muerte y glorificación de Jesús, y de la efusión del Espíritu Santo. Y sigue formándose con los que hoy acogen con sinceridad la Buena Noticia de ese amor de Dios y se reúnen en el nombre del Señor Jesús para buscar juntos el Reino, construirlo y vivirlo.

Por eso, evangelizar es ofrecer a los hombres que viven en una sociedad concreta la forma de vida de Jesús, como modelo de humanidad plena y como fuerza capaz de transformar al hombre desde dentro. La Iglesia evangeliza siempre, si dejara de hacerlo ya no sería la Iglesia de Jesús. Nosotros constatamos que, a pesar de vivir en una nación con larga tradición cristiana, nuestra sociedad tiene estratos más o menos amplios y profundos que ya no están impregnados del Evangelio, sectores amplios que desconocen la fe cristiana o se han alejado de ella, grupos numerosos que no han personalizado la fe. Y todo esto se manifiesta en causas externas, como el ateísmo, la visión secularista de la vida, la indiferencia religiosa o el consumismo; u otras causas no menos importantes, que son internas, es decir, que cargan directamente sobre nuestra responsabilidad y son: incoherencia de vida de los cristianos, cerrazón y rutina en nuestras comunidades, los pecados personales y sociales que cometemos... Ante esto debemos escuchar la llamada que nos hace la Iglesia a todos, hay que escuchar a Jesucristo y ponerse en salida, como nos pide el Papa Francisco, para hablar de Dios. Consagrados y seglares, cada uno en su misión evangelizadora, tienen que trabajar “para que todos conozcan el divino mensaje de salvación”.

Después de escuchar el Evangelio de este domingo, que cada uno tome conciencia de que hemos sido elegidos por el Señor y nos ha dado un soplo de vida para que resplandezca el corazón misericordioso de Dios por todos los rincones de nuestra sociedad, somos como antorchas vivientes que caminamos iluminando con la palabra y con el ejemplo de vida, llevando la gracia de Dios para que todos puedan llegar a la salvación. Nadie sobra en esta tarea tan importante y se les pide a los creyentes, especialmente a los laicos, que trabajen para que la sociedad se oriente hacia Dios por Cristo. A esto están llamados los laicos, a restaurar el orden temporal, dirigidos por la luz del Evangelio y de la Iglesia y movidos por una decidida y eficaz caridad.

Feliz domingo a todos.

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