Cuaresma, tiempo de fidelidad
VIII domingo del Tiempo OrdinarioAcabamos de comenzar la Cuaresma. El Miércoles de Ceniza se nos impuso la ceniza como un signo de penitencia, de acercarnos a Jesús; de vivir entrañablemente la condición de lo que somos: hijos de Dios. De lo que se trata es de que, en estos 40 días que tenemos, nos identifiquemos todavía más con Nuestro Señor. Porque la invitación que nos hace la Iglesia es a convertirnos de verdad, convertirnos totalmente, entrando en una dinámica de austeridad, reflexión y sacrificio, que evidentemente lleva consigo vivir con transparencia delante de Dios.
La conversión a la que nos llama la Iglesia es individual y comunitaria. No solamente tengo que convertirme yo, sino la comunidad de los hermanos, todos los cristianos. Porque, en definitiva, la tarea es parecernos del todo e imitar del todo a Jesús.
Porque, ¿qué es convertirse? ¿A qué nos llama la Iglesia? Jesús, en el texto del Evangelio de este domingo, prácticamente nos enseña a esto. Convertirnos es volver a la alianza; volver a valorar la voluntad de Dios, como nos ha enseñado Jesús, con fidelidad; una fidelidad total, la fidelidad al Dios verdadero. Y mantenernos en ella, porque la Palabra de Dios nos invita, precisamente, a permanecer, a estar siempre cerca del Señor. Todo lo que nos estorba, lo que nos perturba, lo que nos quita la paz, tenemos que arrancarlo. Esa va a ser la actividad en este tiempo, pero porque estamos fortalecidos por la ayuda de Dios y la gracia de Dios. No va a costar tanto. Únicamente hay que decidirse. Porque vivir en cristiano no es volver a repetir otro año más lo vivido el año anterior, no. Debe ser fruto de un encuentro: el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo, que nos lleva fundamentalmente a vivir como hijos de Dios, valorando la voluntad de Dios, que es lo que escucharemos en el Evangelio este domingo.
Por eso, para este tiempo, la Iglesia nos dice: vas a tener ayuda, porque vivir una experiencia de conversión no es fácil. Pero la ayuda que nos promete la Iglesia y que será eficaz, porque será evidentemente grande, será, primero, la oración. Vive la oración, ponte en contacto con Dios, desnúdate delante de Dios y, sobre todo, encuéntrate contigo mismo y con Dios por medio de la oración. El ayuno es también un método que nos ayuda en este tiempo, a través de privaciones, de vivir con austeridad, nos puede ayudar a encontrarnos con el Señor. Y luego la limosna, que nos lleva a Dios, a encontrarnos con su entrañable misericordia, y también nos acerca a los hermanos, especialmente a los más necesitados.
Va a ser un tiempo especial, un tiempo importante, un tiempo de gracia. ¿Estás dispuesto a caminar? ¿Estáis dispuestos a caminar? Os felicito. Mucho ánimo y que Dios os bendiga.
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