Reflexiones semanales
16 de diciembre 2018

Alegraos, la Palabra está cumplida

III domingo de Adviento

Por las señales que apreciamos en la calle se nota que la Navidad está cerca, que sólo hay que abrir los ojos para ver las luces, los colores y los brillos de las cosas. Pero eso no me basta, sería un fracaso si la fiesta se quedara ahí, menos mal que la Navidad tiene las puertas abiertas al corazón y que en estos días se producen muchos milagros de amor verdadero, se nos presentan muchas situaciones que nos espabilan los sentidos para potenciar la fraternidad. La liturgia utiliza un lenguaje que nos habla de alegría, de gozo, de estar contentos y arraigados en la esperanza y uno siente que todas estas cosas suceden porque el Señor está cerca.

El pueblo –escuchamos en el Evangelio de San Lucas– estaba en expectativa ante las señales que le estaba dando Dios y se preguntaba si no será que la Palabra se ha cumplido y ya está en medio de nosotros el Mesías. No se equivocaban aquellas gentes, porque Dios estaba ya en medio de su pueblo, que estaba ya dando fruto el proyecto de salvación trazado desde antiguo, que estaban floreciendo los tiempos nuevos, un estilo nuevo, porque Jesús hace las cosas nuevas. No es extraño que Juan predicara con fuerza una conversión radical de nuestras vidas, si se quiere participar en este nuevo orden de cosas, en la Historia de la Salvación. La gente que escuchaba la predicación del Bautista entendió perfectamente el mensaje y le preguntaban con decisión: ¿qué debemos hacer?, y el precursor les proponía un cambio ético y moral, una decisión firme de transformar el corazón, de salir de las fronteras de los egoísmos, de los intereses personales, les señalaba la urgencia por hacer el bien y el deber de respetar a los demás, ser honestos, transparentes, dejarse de “cuentos” y compartir con los necesitados, alejarse de todo tipo de corrupción… “Es sencillo lo que hay que hacer, tejer relaciones de fraternidad, de justicia, relaciones donde la dignidad del hermano esté por encima de nuestros intereses personales…”.

Ahora, sería conveniente detenerse a leer de nuevo la carta de Pablo a los filipenses, en silencio, porque es necesario contemplar las razones que nos ofrece el apóstol, todo apunta a la misma dirección: estar alegres, porque Dios ha disuelto los negros nubarrones que nos esclavizaban y nos ha traído la salvación y la libertad. Por eso Pablo puede decir: “Estad alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres”. La alegría que viene del Señor se hace testimonio y se transforma en caridad hacia los otros, la alegría necesita relación de unidad, de paz, de amor hacia los hermanos, especialmente es mayor cuando estos están necesitados.

Aprovechad esta extraordinaria oportunidad las comunidades parroquiales para hacer el bien, para ayudar a los hermanos que están faltos de la alegría de la Navidad. Toda la parroquia, como voluntarios de caridad, estáis llamados por Dios a transformar el mundo desde dentro, para levantar la voz a lo alto e invitar a todos a venir a la cuna de Jesús y ofrecerle el remedio a sus fríos y necesidades, que el Señor ha venido en precariedad y se ha hecho vecino nuestro, uno de nosotros. ¡Tomad la iniciativa evangelizadora, proponed acciones y valorad las posibilidades para llevar a los pobres a Jesucristo, que nos regala la salvación!

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