Reflexiones semanales
18 de diciembre 2022

Abiertos a la Palabra de Dios

IV domingo de Adviento

En este cuarto domingo de Adviento tenemos ya delante de nuestros ojos el testimonio de fe más grande que se puede uno imaginar, el de María y el de José, los dos jóvenes elegidos por Dios para la entrada en el mundo de Jesús, el Hijo de Dios. El Señor se hace hombre y así cumple todas las promesas, inaugurando el tiempo de la salvación; en este tiempo vivimos nosotros y terminará al final de la historia. Las lecturas nos ofrecen la profecía de Isaías, cuando el profeta dice que «la virgen dará a luz un hijo, y este hijo será el Emmanuel, el Dios-con-nosotros».

La figura de María es muy importante en el Adviento, porque nos acerca a celebrar con fe y con profundidad la Navidad. En este domingo se resaltan especialmente las personas elegidas por el Señor para cumplir su voluntad salvadora, para abrir el tiempo de la salvación, tiempo de justicia, verdad y paz. En primer lugar, consideramos a la Madre del Señor, a la Virgen María, y nos gozamos con ella, y aprendemos de ella a acoger al Salvador con fe y con amor, abriendo nuestra existencia a su gracia. Al lado de la Virgen está también José, su esposo. Un joven humilde, trabajador de pueblo, que nos da un ejemplo de actitud abierta hacia Dios y sus planes.

José ya conoce el misterio sucedido y sabe que el hijo que va a tener María es obra de Dios, por eso, en su humildad, no quiere usurpar para sí una paternidad que ya sabe que es del Espíritu y se quiso retirar. La razón era sencilla, su incomprensión primera fue que no comprendía que él pudiera caber en los planes de Dios. Pero el ángel del Señor le ofreció confianza y le aseguró que él entraba en los planes de Dios: iba a ser esposo de María y por eso haría que el Mesías viniera según la dinastía de David. José aceptó los planes de Dios como tantos otros en la historia que se han fiado de Dios. José aceptó lo que se le encomendó y vivió la Navidad desde una ejemplar actitud de creyente.

María y José son un verdadero modelo para todos nosotros, abiertos a la Palabra de Dios, obedientes desde su vida de cada día a la misión que Dios les ha confiado. De los dos podemos decir que sus respuestas van a la par, que son oyentes fieles de la voz de Dios y a ambos les aplicamos la misma definición que dijo Isabel a su prima María: «Dichosa tú, que has creído».

Y esa es también la llamada más importante que nos hace el Evangelio este domingo, a las puertas de la Navidad. Una llamada a creer en la Palabra del Señor, en las promesas del Señor. Él viene, él está aquí, y nos asegura su fuerza de salvación. Él, que viene para hacerse uno de los nuestros, solo nos pide que humildemente, con el corazón limpio, sepamos escucharlo para descubrir cada uno cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida, cuál es el camino que cada día debemos emprender, como José, como María.

Que esta Navidad, en la que gozosamente celebramos que Dios se ha hecho de nuestra familia, que ilumina toda nuestra existencia, y que nos pide una acogida de fe y de amor, la vivamos con alegría.

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