El amor «incondicional y desinteresado» puede devolver la libertad a quien la perdió en una secta
Qué es una secta, cómo podemos identificarlas, qué daños hacen y cómo podemos ayudar a quienes se han visto involucrados en ellas. De todo esto habló el pasado miércoles, en la tercera Sesión Teológica Fulgentina, del Instituto Teológico San Fulgencio, el sacerdote zamorano especialista en sectas Luis Santamaría del Río, fundador y secretario de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Uno de los grandes especialistas en sectas de la Iglesia española asegura que el fenómeno de la Nueva Era ha traído consigo un cambio en el rostro del fenómeno sectario. “Las sectas de los años 70 y 80 siguen existiendo, siguen captando gente, pero ya no tienen la atracción de entonces. Ahora estamos ante un sectarismo de un rostro mucho más difuminado que ya no está en grupos concretos, con un líder, una jerarquía, una estructura, ni métodos de captación que son claramente identificables… Estamos ante maestros que aglutinan entorno a sí a un grupo de seguidores que a lo mejor no tiene ni nombre ni sede; estamos ante terapias, técnicas de meditación, iniciativas de crecimiento y desarrollo personal; algo que es mucho más difuso y por lo tanto, menos reconocible”, explica Santamaría.
Aunque sea un fenómeno complejo y de reconocimiento difuso, insiste el secretario de la RIES, en que el límite para hablar de sectarismo es la libertad: “hasta qué punto hay libertad, hasta qué punto sé que lo que me están ofreciendo es lo que veo y no hay otra cosa que me van a intentar ‘colar’ por medio del adoctrinamiento y la manipulación”.
En una sociedad más formada y con mejor acceso a la información, es cada vez mayor el número de personas que se dejan embaucar por las sectas o por actividades o actitudes sectarias en grandes núcleos urbanos. “Puede parecer que todo el tema mágico, supersticioso y de credulidad sería propio de personas con poca cultura y no, nos encontramos con lo contrario. Porque la cultura, la ciencia y el conocimiento no es todo. Los seres humanos tenemos corazón y el corazón es la sede de nuestros afectos, del amor, de la espiritualidad y del sentido de la vida. El ser humano necesita a Dios y cuando no está Dios hay que sustituirlo con algo”.
La secularización, según explica el secretario de la RIES, ha convertido a la sociedad en menos creyente pero más crédula, “se ha barrido a Dios de la vida pública y de la cultura, pero no ha quedado la razón o la ciencia entronizada, en su lugar han venido un montón de dioses (nosotros los llamamos ídolos, falsos dioses) a llenar este vacío. Y a veces es muy difícil distinguir lo que es un ídolo, un falso dios, de un diablo”.
Los cambios repentinos en la personalidad o en el comportamiento de alguien pueden denotar una señal de alerta, por eso –asegura Santamaría del Río– es importante interesarse por las actividades que realiza y las personas con las que se relaciona. “Podemos ayudar si colaboramos para que recupere su libertad, no estando encima para prohibir ciertas cosas (en el caso de los padres), sino ayudando a que piense por sí mismo y demostrando un amor incondicional y desinteresado, que estará siempre, a pesar de lo que pueda pasar”.
La RIES es un organismo eclesial que trabaja para prevenir, informar, y formar dentro de la Iglesia y también para acompañar a las víctimas. Las sectas constituyen un desafío para la Iglesia que debe generar la autocrítica. “Es verdad que habrá razones personales y sociales para entrar en una secta, y es también verdad que la secta manipula y ejerce un abuso psicológico grupal estudiado y con estrategias muy concretas, pero también tenemos que mirar hacia adentro y plantearnos si nuestras comunidades son acogedoras, si nuestra experiencia de oración y de Dios se queda solo en lo racional, si nuestra formación ayuda a que la gente tenga herramientas de discernimiento. Ante las sectas la Iglesia no tiene que hacer nada del otro mundo, tan solo ser fiel a Cristo”.
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