La Palabra de Dios en esta semana nos invita a ver a Jesús en camino hacia Jerusalén, un viaje que terminará con la glorificación del Señor y la realización de la voluntad del Padre. Pero notad que estas lecturas tan impresionantes no dejan de invitarnos a acompañarle, a seguirle: «Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha». Jesús es el mejor catequista que les hablará a sus discípulos del corazón de Dios y de la importancia de hacer su voluntad; les explicará, con ejemplos, la iniciativa salvadora del Señor, cómo hay que orar, cómo perdonar; el rostro misericordioso de Dios Padre les expondrá las razones para no tener miedo y confiar siempre en Él; les dará el mandamiento nuevo, curará enfermos, resucitará muertos… La importancia del camino es tanta, que en los pocos versículos leídos hoy se ha nombrado dos veces. San Cirilo de Alejandría explica que en la decisión firme de marchar a Jerusalén se lee la voluntad de aceptar la muerte y pasión por nuestra salvación, y que habiendo pasado por eso ascendería al cielo para morar con Dios Padre.
Inmediatamente sale a relucir un tema que podría pasar desapercibido, pero que Jesús ha querido que quedara bien claro desde el principio para todo el que le siga: la persecución. El Señor conoce lo que significará para estos primeros discípulos ponerse en camino con Él, comenzando por Samaría, sabía que allí no iban a ser bien recibidos y no pretende ocultarles nada, así que se lo advierte desde el principio, para que sepan dónde están y qué les espera; porque luego tendrán que soportar las injurias de los judíos, la irrisión de escribas y fariseos, y sufrir muy de cerca esas cosas que le hicieron a Jesús con toda violencia y extrema crueldad. El Señor los preparó para el sufrimiento, al mismo tiempo que les exhortó a la paciencia y a la mansedumbre, para que no se dejaran llevar por la ira. Observad cómo les riñe cuando ellos, sin tener aún experiencia y sin conocer la voluntad de Dios reaccionan contra el plan de Dios.
Siguen dos escenas donde se habla de seguimiento. En la primera, es uno el que se adelanta a decir, «te seguiré a donde vayas». En este caso la iniciativa no es de Jesús, sino propia, por esa razón san Cirilo de Alejandría le llama a este espontáneo presuntuoso e ignorante: «Este hombre se hizo a sí mismo merecedor de dones preciosos de manera imprudente y, sin ser llamado por nadie, se abalanzó sobre cosas superiores a él». El segundo caso es diferente, porque se trata de unos que son llamados por el Señor, pero que ponen excusas para retrasar la respuesta, a estos se les dice claramente que las obligaciones humanas deben ceder ante el seguimiento de Cristo. También estos casos son para pensarlos, que es muy serio cuando llama el Señor, porque, entonces, hay que dejarlo todo para seguirle.
Ojalá pudieras sacar un poco de tiempo y dejar que esta Palabra entre en lo más hondo de tu ser, porque el Señor ha hablado y busca una respuesta. ¿Estás esta semana dispuesto a escuchar con sencillez?
