27 de junio 2021

Seis jóvenes sacerdotes para un nuevo tiempo

Esta tarde, tendrá lugar en la catedral de Murcia, a las 18:00 horas, la Ordenación Sacerdotal de seis jóvenes, que podrá seguirse por el canal de YouTube de la Diócesis.

Se habla de tiempos difíciles, época de sequía y frío invernal. Pero, aunque lo parezca, no estamos hablando de pandemias, cambio climático o del problema en el Polo Ártico, sino de la Iglesia, y de forma más específica de sus vocaciones. Existe una gran riqueza espiritual dentro de esta Diócesis de Cartagena y fruto de ello es la celebración de este domingo en la que Daniel Aparicio, Jaime Palao, Pablo García, José Fulgencio Aguilar, Miguel Ángel Sanchíz y Álvaro José Maury recibirán el sacramento del Orden Sacerdotal.

La llamada vocacional a veces es impactante y otras veces sibilina; unas se percibe nada más romper el primer diente y otras con la caída del mismo. De una forma u otra, siempre es una sorpresa y una alegría inesperadas. Ejemplo de ello es el testimonio de Daniel Aparicio: «Mi vocación en realidad, surge antes de que yo naciera. Tendríamos que retroceder a cuando mi abuela le pide a Dios que, si puede ser, le conceda un hijo o un nieto sacerdote. La fe siempre la he vivido de forma muy intensa. Hay quien el Señor le muestra de una forma muy directa: “Mi voluntad es esta”. Hay otros que tienen que vivir de la fe, y yo me situaría entre medio porque es verdad que el Señor me ha dado muchas luces».

A menudo nos llegan imágenes de un Londres sombrío, lluvioso y nublado, pero, ¿acaso no sale nunca el sol en la ciudad británica? Claro que sí, pero todos tenemos en mente el estereotipo. Igual sucede con aquellos que entregan su vida al servicio de la Iglesia: no se es sacerdote cuanto más bueno es uno, sino cuanto más te has encontrado con un amor que no defrauda. Y es que se olvida con facilidad que la Iglesia no es «un escaparate de santos» sino «un hospital de campaña», como refleja la vida de Miguel Ángel: «Yo con 17 años vivía una total desconfianza en casa hacia mí, porque yo la había creado. Trataba mal a mis padres, hablaba fatal, siempre desobedeciendo… Todo esto cambió, escuchando el canto de Oh Jesús, amor mío, que es un canto de adoración eucarística que dice “Tú has recibido los insultos y los desprecios de mí, para que yo reciba la bendición de ti”. Y ver que el Señor respondía a mis mentiras, a mi lujuria, a mi soberbia con amor, bendición, cariño, muriendo por mí… Pues eso fue lo que, mirando la cruz, me cambió».

Y es que no hay mayor alegría en este mundo que vivir en paz, que no es sinónimo de tumbarse en una hamaca en la playa escuchando las olas del mar, sino más bien de entrar en la voluntad de Dios como recuerda Pablo: «Cuando puedes descansar y decir: “¡Ya está Señor! Hágase tu voluntad”, todo cambia. El sufrimiento lo experimentas y lo vives de una manera totalmente distinta, desde otra perspectiva. Cuando ves que lo que Dios te pide, de verdad es lo que te llena, en los momentos de sufrimiento a mí lo que más me ha ayudado ha sido salir de mí y decirle al Demonio –que es el que nos ataca-: “¿Sí? ¡Pues ahora te vas a enterar, Demonio!”. Y ponerte a servir, ponerte a ayudar a la gente, ponerte a ajetrearte».

Estos jóvenes son el reflejo de una Iglesia de Cartagena viva y joven, una nueva generación sacerdotal que ha sido tocada por Cristo, «probada al crisol» y entrenada en sus correspondientes seminarios. Pero la vida es igual para laicos, religiosos y consagrados: las borrascas llegan cuando menos te las esperas, lo importante es resistir bien amarrado para no perecer, y si ya tenemos experiencia, al menos lo que venga, no nos pillará desprevenidos. Jaime es testigo de ello: «Empezaron a caerse muchas ilusiones que tenía sobre mí. Era poco realista conmigo mismo y no se puede querer servir al Señor sin conocerse a uno mismo, porque si no, al final, las cosas se caen. Y a mí el Señor me ayudó mucho a ver que mi corazón también está herido por el pecado y que no puedo querer ir a rescatar a nadie si no veo que el primero que ha sido rescatado he sido yo. El Señor me regaló poder conocerme a través de ciertos sufrimientos, a través de ciertos pecados que me ayudaron a ver que Él es misericordioso y que la obra que el Señor quiere hacer, la tiene que hacer Él y no yo. A todo esto, me ayudó el tiempo de seminario: un tiempo para desprenderme de muchas cosas y de muchas personas para poder, yo solo, delante del Señor, decir que sí y poder sellar esa llamada».

«Todos estamos llamados a abajarnos, porque Jesús se abajó y se hizo siervo de todos», dijo el Papa Francisco dirigiéndose a sus diáconos de Roma. El tiempo de misión y de ministerio diaconal es la antesala por la que pasa todo sacerdote antes de ungir sus manos; es como la brisa fresca al amanecer tras una calurosa noche de verano, que todos viven con alegría, al igual que Álvaro: «Este año fue un año maravilloso, un año hermoso, donde el Señor me regaló poder estar en Tierra Santa, también conocer Egipto y Jordania. Después estuve otro año en Bolivia, en la selva… Son ciudades muy hermosas, muy bonitas y la gente muy encantadora, pero son ciudades poco desarrolladas. Cuando el obispo me confirió el diaconado fui destinado a Caravaca, donde el Señor me ha regalado servir, dando la vida por el otro. De igual modo, he podido ver la realidad parroquial, donde el día a día es diferente a lo estudiado».

Cada uno de estos jóvenes diáconos muestra la importancia de la valentía cristiana, fruto de la humildad de saberse pequeños y pecadores, un gran escudo para la armadura de combate necesaria para luchar contra viento y marea, ante cualquier temporal que no admite la posibilidad de la duda, como recuerda Daniel: «¡No podemos dudar! Siempre hay que vivir de la fe, pero es verdad que no podemos dudar, porque la misericordia de Dios es muy grande y porque hay muchas personas que han pedido al Señor por nosotros, en concreto por mí, en concreto por cada uno, con nombres y apellidos».

Más allá del sentimiento, queda la esencia de sus vocaciones: una experiencia viva que les ha cambiado la vida.

Fran Juárez
Graduado en Comunicación Audiovisual. Redactor de la Delegación de Medios de Comunicación Social
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