En estos días que hemos vivido de cónclave, fumatas e inquietudes por la elección del nuevo Papa, con nuestra mirada fijada en la histórica chimenea de la Capilla Sixtina, han surgido innumerables anécdotas y conversaciones que han hecho que la espera se hiciera más amena. Una espera que se convirtió en alegría renovada cuando pudimos escuchar el nombre y contemplar en el balcón a un nuevo Pedro emocionado.
Un par de días después, hablando con uno de mis alumnos de Moral Social, me transmitía su alegría y asombro por el hecho de haber podido identificar y reconocer velozmente el nombre del predecesor de León XIV. Hablamos del Obispo de Roma que, en plena Revolución Industrial, armado de valor y guiando con mano fuerte la barca de la Iglesia, hizo del estudio de los acontecimientos sociales y la defensa de los vulnerables una cuestión magisterial. Aquel hombre era León XIII, de quien tantas veces hemos hablado en el aula.
La Iglesia ha ido dando forma a la Doctrina Social por medio de la voz de cada uno de los papas que, desde entonces, no han dejado de lado este pilar fundamental de la fe católica. Pero hoy nos encontramos con una esperanza nueva, como ya nos ha dicho el nuevo Papa León.
Ante la nueva revolución social, tecnológica y cultural en la que nos encontramos, y que a muchos aún nos pilla despistados, nada mejor como volver al origen. Volver a redescubrir y pedir al Padre aquel Espíritu que hace 134 años suscitó fuertemente en su Iglesia la dedicación a los problemas y desafíos que afectan al día a día de la gente.