Sí, comienzo este curso con el mismo título que acabé el pasado, no porque me quiera repetir sino porque el enfoque en estas vacaciones ha sido muy distinto.
En el anterior hablaba de cómo si escuchamos la llamada de Dios y respondemos a su voluntad nuestra vocación se realiza y, además, con plenitud. Bien, pues en el mundo y más en la sociedad actual priman otras llamadas. Confundimos el querer con el deber, el tener con la realización, la realidad con «mi tiempo».
A lo que voy, que muchas profesiones o trabajos de hoy se ejercen por querer tener y no por el deber y la realización personal de un trabajo bien hecho. Acabar la jornada, cumplir objetivos y cobrar a fin de mes y «punch» (como dice mi hija).
Los jóvenes que acaban Bachiller y se preparan para la universidad eligen carreras que les aporten dinero y estabilidad, pocos son los que eligen porque sea lo que les gusta y apasiona. La pasión bien ordenada es una característica del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, es bueno apasionarse por lo que nos gusta y realizarlo como vocación, desarrollo personal y bien común. Quizá muchos de los profesionales de hoy si pusieran más pasión en lo que hacen serían más felices y tratarían a los demás de forma más adecuada. La pasión equiparada al entusiasmo, a la sal, a la luz; en su justa medida mueve, alienta, da sabor, ilumina a la persona a vivir la gracia de Dios y a dar sentido a su vida, a su vocación.