Vivir o sobrevivir

«Ni idea de qué escribir», me responden automáticamente mis alumnos cuando les pido una reflexión personal de temas curriculares que son aspectos y situaciones de la vida misma. Cierto es que cuando la apatía llega es destructora, no solo paralizante sino también destructora de la voluntad, de la convivencia, de la experiencia, de los sueños, los anhelos, los deseos, los proyectos e iniciativas.

No son conscientes de que, sin gestionar los sentimientos, sin pasión, sin sufrimiento, sin padecer, sin aceptar, les falta la chispa de la vida. «¿Esto quiere decir que hay que sufrir para vivir?», se cuestionan los más atentos o despiertos a la reflexión. No creo que sea esa la correcta interpretación o al menos según mi experiencia de vida. Podemos comprobar que actualmente las personas rechazan el sufrimiento y eso sí me ha demostrado que la mayoría de personas que huyen del sufrir, que lo esquivan, en realidad sobreviven más que viven. Me explico. La experiencia de sufrir te abre a dominar la voluntad, reestructurar tus sueños, ordenar tus anhelos, realizar tus deseos, abrir o cerrar proyectos y poner en marcha iniciativas. Siempre que esto sea una acción o decisión libre te hace vivir consciente y más plenamente, y no sobrevivir cual animalillo guiado por sus instintos de supervivencia. Cambiar la indiferencia por el interés, la pereza por la voluntad, la desilusión por la ilusión, la apatía por el entusiasmo, la dejadez por la pasión, es decir sobrevivir por vivir. Para ello se requiere de un espíritu vivo, lleno, cultivado; y eso solo se consigue con ganas, queriendo querer, con esperanza y confianza en Dios (cf. Prov 15, 19).

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