Una venda sobre los ojos

Después de un largo verano, donde hemos tenido tiempo de leer, rezar, disfrutar de la familia y amigos, de la naturaleza o viajar, toca volver con fuerza a la rutina. Y aunque desearíamos que algunas cosas hubieran cambiado después de este periodo de desconexión, nos damos de bruces con la, en ocasiones, triste realidad.

No hay buenas noticias en casi ningún aspecto de los que marcan las agendas del mundo y, si cabe, notamos un nivel más alto de violencia y crispación social. Ante esto, se aprecia como muchos intentan hacer un ejercicio de escape de la realidad, una especie de búsqueda de eso que llaman «nirvana», en el que liberado de todo ya no hay amenaza a la que temer.

Esto podría ser lo que se conoce como «ponerse una venda en los ojos», para evitar ver las violencias, pobrezas o sufrimientos que hieren el mundo, y vivir en un egoísmo silencioso que conduce al fracaso existencial.

Dejar caer la venda no es fácil. Significa querer combatir contra el pecado y la injusticia, dejando que la realidad nos toque el corazón y nos saque de la comodidad. Es vivir con un amor más grande, sabiendo que, si uno sufre, sufrimos todos, como nos muestra Pablo en la primera carta a los corintios.

El Evangelio nos enseña lo opuesto a esta actitud de huida hacia adelante.

Jesús nunca rehuyó el dolor y el sufrimiento de su tiempo. Jesús no se tapó los ojos, todo lo contrario, regaló la vista a quien estaba ciego, para poder comprender de esta manera que el amor es lo único que salva.

Otros artículos

Una venda sobre los ojos

«Ya no muere más»

Volver al origen