Tiempo para poner el contador a cero

Durante muchos años creí que si no reconocía mis errores y no me disculpaba por ellos podría seguir manteniendo mi rol de persona dura e indestructible. Creía que si me mostraba vulnerable, pequeña o débil sería más fácil de herir y no cumpliría con aquello que se esperaba de mí… ¡Qué estupidez! Con los años, no solo de edad sino de crecimiento personal, con el ejemplo de tantos a los que admiro y sintiéndome acompañada por quien sé que siempre está conmigo (cada día, a cada instante, hasta el fin del mundo) he descubierto el descanso que supone reconocerse pequeña, frágil, torpe, imperfecta y a la vez tremendamente dichosa por ser amada a pesar de eso.

 «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» (Mt 5, 44) nos dijo el Maestro, quien en diferentes ocasiones habló del perdón y quien justo antes de expirar imploró al Padre el perdón para quienes infringían dolor, burla y muerte al Hijo del hombre. Qué difícil es perdonar de verdad a quien no solo no te quiere, sino que busca y anhela tu mal; y más difícil todavía, orar por esas personas… Sé bien que no es algo que yo pueda hacer sola y también sé que el perdón no puede darse de corazón si no se ha experimentado, si su gracia no ha sanado heridas en mí. El rencor, el odio, la venganza, son una carga que aumenta su peso con el paso del tiempo, tanto que afecta al caminar de quien la porta.

 En este tiempo de Cuaresma, en estas 24 Horas para el Señor, se nos recuerda de forma especial que, al acercarnos al sacramento de la Reconciliación, del Perdón, de la Misericordia, tenemos oportunidad de poner nuestro contador a cero; reconociéndonos pequeños y necesitados del amor infinito y misericordioso de Dios. ¡Qué tranquilidad da el saberse sostenida!

Otros artículos

Ser al menos una gota en el mar

«No soy contagioso, pero él no lo sabía»

Yo sí soy el guardián de mi hermano