No sé si habrán visto la película Señales (Signs, título original). Esa donde Mel Gibson interpreta a un pastor protestante que, tras ver morir a su esposa repentinamente, se enfada con Dios y cuelga los hábitos. Después, unos círculos misteriosos en su campo y otras señales que parecen absurdas terminan teniendo sentido. No haré spoiler. Véanla.
Hace unas semanas, en una formación interparroquial, el sacerdote que la impartía nos animaba a ver los signos que Dios va mostrando en nuestra vida y en nuestras comunidades. Quizá, decía, a veces andamos demasiado distraídos para verlos e interpretarlos.
Seguimos manteniendo actividades o estructuras solo por costumbre, sin preguntarnos si siguen dando fruto. Por contra, hay veces en que algo nuevo brota sin buscarlo y sentimos que el Espíritu lo empuja. Si lo que hacemos despierta fe, esperanza y amor, es un signo de que viene de Dios. Y al contrario si no lo provoca.
En mi parroquia lo vemos ahora en la pastoral con adultos: la catequesis de Confirmación y los grupos de fe que surgen después no paran de crecer en número, alegría de compartir y ganas de conocer a Dios. Señal de que, cuando el Espíritu sopla, mejor dejarle campar a sus anchas.
Dios sigue mostrando signos. Para reconocerlos necesitamos oración, escucha y discernimiento. A veces se vale de su Palabra, del silencio que habla al corazón o de un santo de la puerta de al lado. Estemos atentos a ellos. Y, si los vemos, que no nos falte valor para seguirlos. Como al protagonista de la película que, al final, le sirven para reconciliarse con Dios (spoiler).