Paseando estos días por Murcia y los próximos por Cartagena, se disfruta de una marea de esperanza en las Muestras de Voluntariado que organiza la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM). Gran cantidad de entidades, muchas de ellas de Iglesia, salen a la calle con sus voluntarios para recordar que el servicio no es «un hacer», sino «un ser», una forma de vida con vocación.
El Congreso de Vocaciones celebrado hace poco en Madrid llevó por título una pregunta que podríamos hacer a todos esos voluntarios en sus stands: ¿para quién soy? o, en este caso: ¿por qué hago voluntariado? Y, sobre todo: ¿nace mi voluntariado de la fe como respuesta a algo que me pide Dios?
Ser voluntario no es solo dedicar tiempo a alguna causa, por muy noble que sea. Es, además, vivirlo en actitud de servicio. Más que hacer cosas por los demás, se trataría de ser reflejo del amor de Dios a través de ese servicio. Como decía santa Teresa de Calcuta: «No es cuánto damos, sino cuánto amor ponemos en lo que damos».
El Jubileo nos recuerda que la vocación cristiana también se muestra en el servicio a los demás, sobre todo a los más vulnerables. Así que este es un buen momento para discernir sobre eso de ser voluntario y sobre dónde nos pide Dios servir y poner en juego los dones recibidos (Mc 10, 43). Solo cuando el servicio es vocación (ser) y no mera actividad (hacer) encontraremos la respuesta a esa pregunta del ¿para quién soy? Somos para el Señor en los hermanos.
Por cierto, sigan rezando por Francisco.