«La pobreza más grave es no conocer a Dios», nos dice el Papa León XIV en su mensaje para la IX Jornada Mundial de los Pobres que celebraremos este domingo. Una jornada para tomar conciencia de que «los pobres no son objetos de nuestra pastoral, sino sujetos creativos que nos estimulan a encontrar siempre formas nuevas de vivir el Evangelio hoy».
La silueta de la pobreza ha cambiado abruptamente en las últimas décadas. Antes era una realidad que podía quedarnos muy lejos y ahora vive junto a nosotros, en la puerta de al lado o quizás dentro de nuestro propio hogar. El otro día escuchaba en televisión a una mujer joven decir: «Soy pobre, tengo un trabajo, pero no puedo hacer frente a los gastos». Se lo comentaba al periodista mientras hacía cola para entrar a un comedor social. Los precios se encarecen día tras día y los sueldos no suben…
Y cuando unos heredan de sus padres patrimonio, joyas, coches, casas… a otros no es que no les quede nada, sino que heredan la más absoluta pobreza. Y no se puede salir de ese abismo sin ayuda; sin la ayuda de la administración pública, de la sociedad, de la Iglesia. Sin tu ayuda, sin la mía. La erradicación de la pobreza es posible, igual que es posible la convivencia de los pueblos en paz. Pero se hace imposible sin el compromiso y el esfuerzo de todos.
«¿Cómo podemos amar más a los pobres?», preguntaba una niña hace unas semanas al Papa. Le contestaba León XIV: «A veces pensamos: no voy a acercarme ahí porque tiene una casa un poco fea o no tiene casa; o aquel no se viste bonito con las últimas modas. Y el Señor nos enseña algo muy diferente. Jesús en el Evangelio jamás hace distinciones. Ama a todos, quiere ser amigos de todos, se acerca a todos».