Perdonar a los que nos ofenden

Considero un gran error reformar el Código Penal para suprimir el delito contra los sentimientos religiosos. Y lo es porque a través de él se está velando por un derecho fundamental como es la libertad religiosa. Se protege de este modo a todas las confesiones, no solo a la católica, por considerarlas esenciales para muchas personas. 

Se podría pensar que este derecho entra en tensión con otro de la misma relevancia como es la libertad de expresión, sin embargo, el gran reto de nuestra sociedad desarrollada es armonizarlos, permitiendo que cada uno sea expresado con madurez y racionalidad. Ambos son fundamentales, no son incompatibles, tampoco está uno por encima del otro. No conviene amordazar o judicializar la libre opinión, pero tampoco ofender o ridiculizar, con ánimo de excluir, a personas o colectivos por sus creencias. 

No entraré a valorar lo que considero ofensa o no, pero se da, cada vez con mayor frecuencia y casi a modo de persecución, un humor zafio, banal y de mal gusto que claramente tiene la intención de herir y humillar los sentimientos religiosos. Hay otro mucho más fino que favorece la mirada crítica, la reflexión, el cambio y la mejora. Ocurre lo mismo con el cine, el arte o la música, que usados con altura ayudan a mejorar cualquier dimensión de la vida, también la religiosa.  

No participaré en otra polarización que parecen imponer los extremos, pero tampoco me dejaré humillar por mis creencias. Quisiera seguir la máxima evangélica de perdonar a los que nos ofenden, setenta veces siete, o reconciliarme con mi hermano antes de llevar la ofrenda al templo.

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