Un centenar de personas de nuestra Diócesis vamos a participar en el Congreso de Vocaciones del 7 al 9 de febrero en Madrid. Sin duda, es una ocasión para el diálogo, la oración y la reflexión sobre la vocación de Dios en la vida de cada uno de los participantes. Acudimos precedidos de dos encuentros previos de trabajo; oración, formación, dinámicas en grupo, de conocimiento con los diferentes movimientos y realidades eclesiales diocesanas. Esto ha enriquecido nuestro diálogo y ha permitido que cada uno de nosotros podamos aprender de los otros, apoyarnos mutuamente y trabajar juntos como comunidad diocesana. Llamados a ser luces en la oscuridad, a llevar esperanza a quienes nos rodean y a ser instrumentos de paz y reconciliación. Este deseo es fundamental para la vida de la Iglesia, ya que cada vocación es un regalo y una respuesta a la llamada divina. La vida es un don y como tal es también para compartirla. Cada persona es llamada a desplegar lo que le es más propio para ponerlo al servicio de los demás.
El Papa Francisco enfatiza que esta llamada a la vida y a la amistad con Dios es un proceso continuo que nos lleva hacia la santidad, un estado donde podemos ser verdaderamente nosotros mismos, en comunión con los demás y en sintonía con la voluntad divina. Además, el acompañamiento del Espíritu Santo en este camino es fundamental. Es a través de su acción como se nos revelan las oportunidades de servir y amar en nuestra vida cotidiana.
A María, Madre de la Divina Gracia, confiamos este congreso vocacional, para que guíe y acompañe nuestra esperanza.