Las familias necesitan un hogar

Llevo dos décadas explicando a mis estudiantes de universidad el cambio familiar, marcado, entre otros, por el retraso de la conyugalidad y de la maternidad, y por el descenso de la natalidad. Cada vez nos casamos menos y más tarde. También tenemos menos hijos y más tarde (si es que tenemos).

Sin apenas contacto con nuestras familias de origen, la movilidad laboral y la distancia terminan pasando factura a las relaciones familiares.

Ante esta situación hay quien dice: «¡La familia está en crisis! ¡Hay que defender a la familia!».

Estoy totalmente de acuerdo, por eso comencemos por reclamar el derecho a una vivienda digna para los jóvenes que deciden dar el paso a la emancipación. Ayudemos a los que apenas han iniciado su vida laboral y tienen que hacer frente a un alquiler que les asfixia, obligándoles a quedarse en casa de sus padres hasta pasados los 30, viviendo un noviazgo eterno que termina por no dar el paso a la madurez de pareja.

¿Cómo construir una familia si se les niega la posibilidad de acceder a una vivienda? Estos jóvenes, como los de cualquier otra generación, anhelan construir un hogar donde crecer como familia, donde haya espacios físicos para los hijos. Sueñan con viviendas que no sean cajas de cerillas donde haya espacio para recibir a padres y hermanos, a sus amigos.

Si además pudieran crear ese hogar cerca de los abuelos podrían visitarlos, disfrutarlos, cuidarlos en la ancianidad y evitar que mueran en la más absoluta soledad. Esto también es defender y cuidar a la familia.

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