Kit de emergencia para el alma

En un mundo donde se habla de mochilas de emergencia, los cristianos también tenemos que preparar nuestro propio kit esencial: el de la esperanza. No está hecho de linternas ni latas, sino de certezas que sostienen el alma cuando todo parece tambalearse.

La resurrección de Cristo es su pieza clave: si él ha vencido la muerte, ninguna noche es definitiva. Y con ella, la fidelidad de Dios, que no falla. Aunque muchas veces no entendamos sus caminos, sabemos que no deja de acompañarnos. Dios está, incluso cuando no lo vemos.

La oración es el pilar que sostiene este kit. En medio del dolor, del caos o la duda, orar es abrirle espacio a Dios. Es dejar que él nos sostenga, nos hable, nos consuele. Y esa oración se hace más fuerte cuando se alimenta de los sacramentos y de la Palabra, que curan, alimentan e iluminan.

El perdón es otra pieza esencial: nos libera del peso del dolor y del rencor, nos permite seguir caminando, volver a empezar. Nos da paz. Y cuando se une al amor nace una esperanza real, encarnada.

También necesitamos llevar una cruz pequeña: no para cargarla con miedo, sino para recordarnos que el sufrimiento, en las manos de Dios, no es inútil. Tiene sentido. No estamos solos.

Y, sobre todo, este kit guarda una certeza sencilla pero firme: que, aunque no lo entendamos todo, Dios nunca deja de actuar. También en lo torcido, él sigue escribiendo recto.

Con este kit, el cristiano no huye: resiste, ama y espera. Porque aunque el mundo tiemble, Dios sigue siendo Dios.

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