Indignada o más bien molesta sería el sentimiento que me ocasiona cuando la tercera semana los alumnos te dicen: «Hacemos huelga porque tenemos derecho». «¿Cuál es el motivo?», les pregunto creando incomodidad entre los más jóvenes. «Pues maestra… Palestina, el suicidio de Sandra» (DEP). Y mi indignación aumenta cuando en la mayoría de aulas los alumnos me dicen que así aprovechan unos para jugar a la Play, otros para ponerse al día con las tareas atrasadas, otros para repasar un examen, otros para dormir más, otros (los que menos) para irse con los abuelos al campo… En fin, que cada año, sí, cada año hay unos motivos «teóricos, constitucionales y justificados» para faltar a clase. Faltan a clase adolescentes desde 15 hasta 18 años aproximadamente, con todo su derecho. Faltan, unos con el conocimiento de los padres, otros sin su consentimiento. Tan solo firmando con su DNI en un listado de clase he de ponerles falta justificada. ¿Arreglado el asunto? No puedo adelantar materia porque la normativa me lo impide, los alumnos que vienen están molestos por no haberse quedado ellos también en casa al tener unos padres responsables que no autorizan esa ausencia. Resumiendo, ignorantes la mayoría de esos adolescentes que no saben por qué secundan una huelga motivada por reivindicar o mejorar algún derecho, ni tampoco escuchan ni obran por mejorar la situación cuando les propongo hacer un escrito expresando su apoyo a alguna causa, su desacuerdo con la situación, una propuesta con soluciones desde su experiencia… Huelga decirles ni proponerles (ironías del lenguaje).