Hoy

La sociedad ha normalizado el estrés y la ansiedad y tan solo trata estos diagnósticos con fármacos y algunos hábitos de vida que llaman saludables. Lo cierto es que hay psiquiatras muy reconocidos y con mucha experiencia profesional que aseguran que esos diagnósticos son un complot con las farmacéuticas y que no se trata al paciente con la dignidad y cuidados correctos. Me explico (Dios me libre de banalizar ninguna enfermedad ni de descalificar algunos estados de personas). Asegura este doctor que la mayoría de personas que en la actualidad son tratadas con fármacos por ansiedad o depresión deberían también ser tratadas emocional y psicológicamente porque así se sanaría el trauma que ocasionó esa manifestación de síntomas que repercuten directamente en su estado. «Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (Heb 3, 7). Nos exhorta a no ser obstinados y permitir que Dios nos hable, escucharle y confiar en él.

Si estamos pensando en el pasado, cargando con algo que ya no existe –y que sí, nos dañó, pero ofrece la oportunidad de elegir la actitud ante esa situación y no convertirlo en problema o carga– el perdón sobre todo y el sabernos hijos de Dios nos dan la ventaja de vivir confiados en su providencia, descansando en su misericordia.

Tras el sermón de la montaña, sabias herramientas para la felicidad, Jesús nos recuerda la importancia del hoy: «Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia» (Mt 6, 34).

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