¡Gracias, Francisco, por hacer tanto lío!

Recuerdo abrir la ventana, aunque la noche era fresca, para escuchar el sonido de las campanas de la Catedral, mientras buscaba información en internet sobre el argentino que tomaba entonces las riendas de la Iglesia. Llevaba pocos días en esto de la comunicación diocesana, de hecho, fue mientras Benedicto XVI anunciaba su renuncia cuando nuestro obispo charlaba conmigo para invitarme a poner mi profesión al servicio de la Iglesia.

Estoy plenamente convencida de que es el Espíritu Santo quien rige la Iglesia, aunque tenga que batallar muchas veces con las limitaciones humanas. Sin duda, Francisco ha sido un revulsivo que nos ha ayudado a centrar nuestra vida y mirada en el Evangelio, lo ha hecho de palabra y obra; de forma sencilla, cercana, linda. Sin miedo al diálogo, ni a las preguntas, ni a los micrófonos… Es difícil quedarse con una palabra, un gesto, una acción…

«Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres», fue una de sus primeras frases en público, toda una declaración de intenciones que ha marcado su pontificado. Sencillez y austeridad; cercanía a los más necesitados y a los descartados de la sociedad, y también a los que algunas veces lo han sido por la Iglesia. «Está en el Evangelio», decía cuando alguien quería atribuirle el mérito de alguna palabra o vincularlo con alguna ideología. Francisco ha sido el Papa de los gestos y de la sinodalidad, palabra que sigue asustando a muchos pero que él ha conseguido incluir en la jerga eclesial para recordarnos que todos debemos implicarnos en la misión y que las puertas de la Iglesia están abiertas a «todos, todos, todos».

Gracias, Padre bueno, por Francisco. Gracias, Francisco, por tu servicio a la Iglesia, intercede por los que aquí seguimos para que permanezcamos fieles.

Otros artículos

Ser al menos una gota en el mar

«No soy contagioso, pero él no lo sabía»

Yo sí soy el guardián de mi hermano