Desconectar para conectar

Durante las vacaciones a todos nos gustaría llevar a cabo las 3 «D» del verano: descansar, disfrutar y desconectar.

Cuando hablamos de descansar nos referimos no solo a dormir las horas que son necesarias sino también a bajar el trepidante ritmo diario, tomarnos un respiro, desacelerar. Podemos entonces tomar conciencia de las pequeñas cosas que durante el resto del año pasan desapercibidas y hacemos de manera mecánica.

Disfrutar se convierte en la segunda clave para un verano emocionalmente productivo. Reír, pasarlo bien haciendo aquello que nos gusta: practicar algún deporte, caminar, nadar, leer o jugar en familia son actividades que nos sientan bien, nos hacen más felices. Podemos hacerlas solos, pero se suele disfrutar más cuando nos acompañan los seres queridos: nuestros hijos/as, nuestra pareja, nuestros padres. Disfrutar está bien, pero compartir momentos agradables multiplica la felicidad.

Desconectar es probablemente lo más complicado de las tres condiciones para un buen verano. Desconectar de «lo que no toca». En vacaciones no toca que lo prioritario sea el trabajo, no toca que el móvil o los videojuegos nos aíslen o nos marquen los horarios y conversaciones.

Entonces, ¿es posible un verano sin móvil, sin redes sociales? Es difícil pero extremadamente gratificante. Por eso les propongo y me propongo a mí mismo desconectar de lo digital-virtual para conectar con lo real, conectar con lo que somos y hacemos, conectar con quienes estamos en cada momento, con los momentos que vivimos y las acciones que estamos realizando.

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